![LOS OLIVOS EXTREMEÑOS DE BOTÍN [Img #38743]](upload/img/periodico/img_38743.jpg)
Veía en mi paisaje regazo de Villanueva de la Sierra, pagos de Sierra de Gata, los olivos con sus aceitunas verdes, como si por allí llegaran ecos de versos lorquianos, enamorado de sus hojas plateadas, quieta la rueda del molino, oiría el adiós a la vida de este banquero -, un antepasado suyo descubriría la cueva de Altamira -. Santander es la bella retina de la bahía y el verde papel del dinero de esta saga. Emilio Botín llevaba la cultura cántabra en su cabeza, además de su olfato singular para la banca. Su despacho, en un edificio del Paseo de Pereda, lleva el nombre del autor de la obra “Peñas Arriba”.
Botín haría del alfoz de Boadilla del Campo, una floresta singular, riquísima, donde un ejército de árboles y arbustos desafían la estepa castellana. Hablemos de miles y miles, un doble Retiro, un paisaje estremecedor ante la retina más inquieta, incluido un campo de golf – el más largo de España -. Ahora que tengo reciente el afecto del olivo en mis ojos, que los abrazo por mi amor a ellos, en mi alabanza de aldea y menosprecio de Corte, no hace mucho sentí una conmoción cuando se abría ante mí un ejército olivarero de cuatrocientos olivos centenarios, once milenarios, hijos de la tierra, nacidos y altivos de distinta procedencia, dígase Las Alpujarras, El Maestrazgo, Andalucía, Extremadura, doscientos de la Calabria de muchísimos años, como pebeteros grisáceos, que prosiguen su altivez en la meseta ante un mundo nuevo donde el dinero se extiende por las pantallas digitales. He aquí el paisaje que gozaba Emilio Botín y toda su gente de la ciudad del dinero – seis mil ochocientos empleados -, diseño de Kevin Roche; y una muy rica pinacoteca – no falta obra de nuestro Zurbarán – en las paredes del despacho del jefe fallecido, q.D.g.
Pobres, pero bellos, estos olivos nuestros, que abren su capa grisácea en la hopalanda de la Sierra de Gata, donde te sientes / nos sentimos un tanto evangélicos. Aquel Monte de los Olivos, estampa sepia de mi infancia en el libro de Religión y canciones de ocaso con los vareadores y las mujeres, al regreso de la tarea, último canto de la tarde, coplas, versos y dichos, cuando digo: ”Olivo /olivo / en tu canto / y en el de las chicharras / va mi alegría contigo”.






