Ha llegado el verano y vuelvo a ver a los antiguos niños de mi vecindario convertidos ya en adultos, y padres de unos niños de la edad en la que yo los recuerdo a ellos. Hago un repaso mental y empezando por una de mis hijas, que reside en Sevilla, los hijos de los vecinos de mi entorno, se encuentran en; Alemania, en Asturias, en Cáceres, en Madrid, en Francia, en Méjico, más en Madrid… y así constato, con tristeza, que son muy pocos los que han permanecido en su ciudad de origen, tras una formación, que incluye, licenciaturas, doctorados, masteres y especializaciones a barullo. Triste imagen la de Extremadura, y de esta ciudad de Mérida, donde resido, que dice ser la capital Autonómica.
El proceso siempre es el mismo. Suele comenzar este exilio, hacia Madrid o Sevilla y en el mejor de los casos, a Badajoz o Cáceres, para realizar los estudios universitarios, y una vez acabados, ven, al volver a casa, un futuro cargado de incertidumbres que les hace dirigir sus pasos hacia Irlanda, Reino Unido, Alemania, o a Madrid o Sevilla, donde hicieron la carrera y en cuyos lugares perciben más oportunidades laborales, dejando huérfanos de abuelos y raíces, a sus hijos, y a una región, que depositaba en ellos su futuro, sin una juventud, mejor preparada que lo fueron sus padres, que accedieron al mundo laboral con menos conocimientos y respaldo cultural que lo han hecho ellos. Triste sino el de esta Extremadura nuestra, que vio cómo si se tratara de una hilera de hormigas cargadas de maletas, en los años sesenta y siguientes, por las políticas de una Dictadura que favorecía a unas regiones frente a otras, recalaban en un duro ambiente laboral, en Cataluña, Madrid, o el País Vasco, ( todavía no se me ha borrado de mi memoria el impacto que me causó a mediados de los años setenta, recién llegado a Extremadura, la salida de seis autobuses, a la vez, desde Zalamea rumbo al País Vasco, a finales de Agosto y que era un indicativo de este exilio forzoso, que desertizaría de jóvenes a muchas localidades). A aquello ya le hemos dado respuesta, sabemos que fue el resultado de una dictadura, más económica que política, con los resultados que ahora estamos viendo y sufriendi, pero ahora en la democracia cabe preguntarse de nuevo. ¿Qué se está haciendo o no, para que repitamos acontecimientos ya vividos? ¿Dónde está el freno de mano, que pare está sangría? Y mientras tanto, en este nuevo comienzo de curso, muchos inician el mismo proceso que otros ya hicieron antes que ellos, y si Dios no lo remedia, sus hijos hablarán inglés, alemán, o chino, pero eso sí con acento extremeño.