La señora me para por la calle, » tengo que felicitarte por haberte alejado de la política».- me dice.
Yo me quedo «cortada», bueno, sólo a medias. A estas alturas ya conozco el argumento: la política
es mala por principio, a la política sólo van a medrar los vividores, los que no tienen oficio y sólo
unos pocos incautos que al final salen como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando. El lugar
está corrompido.
La señora es creyente, hace gala de sus convicciones religiosas. Pregona, por tanto, la caridad y
la solidaridad entre las personas, con especial atención hacia los menos favorecidos. Pero no
parece creer que la política (dicho así en general) pueda hacer mucho al respecto.
Yo no la conozco demasiado, esa es la verdad, no se exactamente como ha sido su vida, sus
circunstancias, su familia, cuáles son sus aficiones…
Aún así, o quizá por ello, sus palabras me hacen reflexionar. En el fondo hasta puede ser que
merezca su simpatía, ese deseo (quiero creer sincero) de que no me dedique a un oficio tan
vituperado.
Quizá tenga algo de razón. Puede que, aquí y ahora, no merezca la pena trabajar en política. Todo
puede ser. Puede que si, puede que no, puede que acaso…Ya saben, depende del color del
cristal…
Vivimos tiempos de desconcierto generalizado. La crisis, o su gestión, lo ha puesto todo patas
arriba. El mundo público y, en ocasiones, el mundo personal. Hay palabras que ahora parecen
tener otro significado. O lo tienen…
Algunas personas se han hecho la cirugía, tanta, que sus rasgos actuales nos son desconocidos,
sus compromisos han dado la vuelta, sus actitudes, impensables años atrás, han cambiado de
tono…con discursos individualistas, de interés propio. Hay ejemplos por todas partes.
En la radio hablan de la Fundación Vicente Ferrer, allá en la India. De su inmenso trabajo a favor
de las mujeres y los pobres, los parias de la tierra en una zona plenamente desarrollada
tecnológicamente y que sin embargo mantiene en los territorios rurales una forma de vida
paupérrima para muchos.
¿Para qué políticos sí hay hombres y mujeres con una función tan específica, que ayudan a
combatir desigualdades, a erradicar la pobreza, a hacer que los menos afortunados tengan un
lugar en el sol?. El Estado dejando que la política la realicen los particulares. Pues si, es una
posibilidad. Pero no la única. Ni siquiera la más provechosa, porque no es obligatoria. Porque
queda al albur del buen hacer de los voluntarios.
Estos tiempos pasarán, como antes pasaron otros. Pero antes de que lo hagan no debiéramos
bajar la guardia en algunas cuestiones fundamentales. De seguir así, muchos quedarán por el
camino. El desequilibrio social será evidente y sus consecuencias.
Hay política verdadera donde hay pasión, donde hay fe, donde hay convicciones. Todo lo demás
es burocracia y conservadurismo (aunque los partidos se llamen de izquierda). Y cada vez resulta
más evidente que los ejemplos de una regeneración tienen que resaltar, para que todo el mundo
los vea.
Tal vez se haga precisa una vuelta a los orígenes. A la austeridad de cuando no había tantos
recursos, a las condiciones de cuando los políticos por vocación pusieron en pie la democracia en
este país. Menos lujos, mayor solidaridad.
A lo mejor entonces, la acción política vuelve a aparecer delante de los ojos del pueblo como
necesaria, como magnífica, como imprescindible.
Conseguirlo no sería mala tarea…