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Un otoño como hacía mucho que no se veía ha llenado de setas los septentriones cacereños

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El refrán con que iniciamos esta crónica lo oí de boca de algunos paisanos más de una vez. Si esa sentencia pronunciada en la variante del dialecto astur-leonés que se habla por diferentes zonas de la provincia cacereña la revertimos al castellano, nos diría algo así como “año de setas, siembras prometedoras y abundantes”.

   [Img #39583]Y setas a miles llenan, en estos días, los campos de las comarcas de Tierras de Granadilla y Las Hurdes.  Los viejos campesinos afirman que, hace ya muchos años, que no se veía un otoño como éste.  Las abundantes aguas caídas en septiembre y en lo que va de octubre, acompañadas de bonancibles temperaturas, han propiciado un excelente tempero, como si fuese una segunda primavera.

 

     Hasta no hace muchos años, por los pueblos de Tierras de Granadilla tan solo se recogía, como seta comestible, lo que los campesinos conocían simplemente como “el jongu” (Macrolepiota procera y mastoidea). Con unos granos de sal y puesta sobre las brasas, esta seta, siendo pequeños, deleitaba nuestros paladares cuando nos las traían nuestros abuelos y padres, que las hallaban en su trajinar en las faenas agropastoriles.  Por Las Hurdes, había otras dos especies que, aparte del “jongu”, se recogían para su consumo: la seta de madroñera (Ramaria áurea) y la seta de monte (Ramaria Botrytis).  A raíz de la repoblación forestal con “pinus pinaster” en numerosas áreas de ambas comarcas, el níscalo (Lactarius deliciosus) pasó a formar parte de la dieta culinaria.

 

JONGARRAS

 

  [Img #39585]   Fuera de las setas comentadas, el resto eran considerados como “jónguh máluh” o “jongárrah”.  Pastores de cabras y ovejas, boyeros y otros cotidianos andarines por los campos de estas dos comarcas cuando veían setas que para ellos no eran comestibles, solían pegarle un garrotazo o un puntapié.  Cuando se da a conocer en la zona el exquisito valor culinario de otras especies, como los diferentes tipos de boletos, de modo especial el Boletus edulis, la Amanita caesárea (llamada por estos pueblos “Güevu de rey”) o el pie azul (Clitocybe nuda), por citar algunos, la gente se echó la mano a la cabeza, percatándose del destrozo que habían hecho.  Y más se rasgaron las vestiduras cuando, en ciertos pueblos, se abrieron puntos de recogida de esas setas, pagándose a un precio más que regular.

 

     Tiempos hubo, bastante recientes, en que estas setas se cotizaron muy bien, por lo que muchos vecinos abandonaban la recogida otoñal de la aceituna de mesa y se iban a recorrer lejanas provincias e incluso zonas de Portugal, trayendo sus vehículos hasta los topes.  Pioneros fueron numerosos vecinos de la localidad de Santibáñez el Bajo, que hicieron sus pequeñas o medianas fortunas con tales recolecciones.  Incluso en esta localidad montó un secadero de setas el vecino Heliodoro Gil Martín, “Boquiqui”, que daba trabajo a varias mujeres.  También la asociación cultural “La Buranca”, de dicho lugar, montó, de la mano del matrimonio formado por Juan Fenollera Gutiérrez y Carmen de Miera Chauvín, diversas exposiciones y degustaciones micológicas.

 

[Img #39586]En este otoño, el viajero que se pierda por estas territorios que ya comienzan a trepar por Tierras de Granadilla y se erigen en formidables laberintos montañosos en Las Hurdes, seguro que, a nada que se interne por umbrías y solanas, se dará de bruces con algún que otro corro de brujas, donde el variopinto y multicolor mundo de las setas aparecerá con toda su crudeza y su pureza.  Y con un poco de suerte, se topará con alguna tasca donde el vino o la caña se acompañen con seteros guisos que le harán chuparse los dedos.

    


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