Dicen los entendidos que en este país, (casi) todos se sienten pícaros o justicieros, de esos que
describen la literatura o la historia; peligrosamente cerca de los límites, alejados, en el análisis, del
equilibrio del centro. Empiezo a creer que además existe otra categoría, la de quienes no se
quieren enterar de lo que ocurre. O se enteran demasiado.
Sucede, que ahora todos sabemos de todo. Me explican en la calle la razón de tanto recorte en
estos últimos tiempos: nada que ver con decisiones políticas o económicas, la culpa la tiene el no
consumo, «claro está que si los empresarios facturamos menos porque no hay negocio, menos
recauda Hacienda y menos dinero tienen las administraciones para hacer cosas».
Me quedo pensando: «o sea que cuando el gobierno es de izquierdas, la culpa la tiene él por no
gestionar en condiciones, pero si el gobierno es de derechas la culpa la tiene el erario público, que
somos todos, por no recaudar». Pues que bien. Algún día se debiera hacer un análisis psicológico
de los motivos del argumento…Y un estudio semejante de los Presupuestos de Monago para el
año próximo, donde sin aumentar los ingresos consigue disparar las múltiples inversiones en toda
la Comunidad, sin endeudarla. Y que la gente lo crea.
En una acera de mi calle, a un paso de mi, se produce un choque de coches, de cochecitos de
niños, de esos que conducen las mamás. Evidentemente una de las dos debería de dejar el paso
a la otra según las reglas vigentes para caminar por la vía pública. ¿Creen ustedes que alguna
cedió? Pues están muy confundidos. Las dos siguieron para adelante.Y milagro que no nos
atropellaron al resto de humildes ciudadanos. Porque nos retiramos, que sino…quien sabe.
Pues así con todo. De mala manera, pero sin dar un paso atrás, sin reconocer nada. Vivimos
rodeados de estereotipos: lo bueno, lo malo, lo correcto, lo incorrecto, la moda…es curioso como
conviven las tradiciones con las nuevas costumbres. Los cascos históricos con el Halloween,
como el otro día en las pequeñas ciudades de provincias. Los niños disfrazados, los padres a la
par…calle abajo, calle arriba…
Y luego viene lo de las encuestas. Hacia tiempo que se rumoreaba lo publicado por un medio de
información nacional y que fue pomposamente anunciado la víspera en una cadena de televisión.
La subida imparable de Podemos. El deseo de tantos y tantos contestadores de demostrar su
enfado con una situación y unos líderes. El regustillo…
No le quito la importancia al dato, claro que no, el momento político y social es malo, pero señores
como no creo en los efectos sin causa, no creo demasiado en las casualidades. Y se que la
estadística es la estadística y que los resultados también dependen de lo que se pregunte. Y la
«cocina» puede presentar unas partes de la realidad u otras.
Ahora bien, dicho esto para manejar una suerte de histeria descafeinada, los grandes expertos en
asesoramiento político de los partidos clásicos debieran espabilar. Lejos de pedanterías. Porque el
votante hoy es huidizo y desconfiado. Y porque en bastantes casos los discursos propios están sin
«hacer», o se han «destruido» con ineficacia y maldad.
Y fíjense como estará el panorama de pragmático que ni siquiera hablo de principios e ideas…
¡que eso no vende!
No citó la épica de las acciones…¡que a nadie le importa!
Y sin embargo, sigo creyendo que ella podría salvarnos. Si fuera sincera.
Ayer, en el viaje de vuelta, después del fin de semana, una tromba de agua con tormenta incluida
nos cayó encima del coche pasando los puertos. Y aunque oscuro como estaba el camino, la
seguridad de que al fondo se iniciaban los claros, nos obligó a espabilar.
Pues algo así.