Digital Extremadura

ESOS GOLPES DE REALIDAD

OPINIÓN
Comparte en redes sociales

Un campus universitario es algo así como una ciudad diminuta. Tiene sus compartimentos, sitios
para estudiar, para comer, para el ocio, alguna otra tienda…sus oficinas, laboratorios, un hospital
veterinario…las bibliotecas.Y hasta un pequeño parque donde se sientan, sobre todo en
primavera, grupos alegres de muchachos y muchachas e incluso retozan los perros a la vera de
sus cuidadores. Al lado de la Facultad donde trabajo hay un pequeño huerto en el que se afanan
los aprendices, por aquello del conocimiento del medio natural, y un poco más lejos, cuando
echas a volar la vista, descubres algunas viviendas y luego el campo y después el horizonte. Y
existen hasta lugares deportivos varios, y esos días de invierno cuando vas con el cuello subido,
tapada hasta las cejas por el frío, siempre te sorprendes de quienes juegan al padel, o al tenis, en
uniforme de verano, mientras bajan las temperaturas, allá sobre las nueve de la noche.
La primera vez que vi de verdad un Campus fue en Inglaterra. Varios responsables de centros
universitarios viajamos allí para conocer de primera mano como se trabajaba la formación (inicial y
continua) e iniciar relaciones académicas con ellos. No existían los programas europeos, o eran
muy escasos, así que cada universidad «se buscaba literalmente la vida» en tiempos confusos de
reestructuración de algunas especialidades.

Tengo que decir que nos trataron muy bien. Cumplimos nuestro objetivo. Por unos días formamos
parte del engranaje, de sus costumbres, de su modo de estar, de su perfeccionismo. Me
entusiasmaron las bibliotecas, las aulas, el ambiente…la invitación a la casa del Rector con un
grupo de españoles. Fue una experiencia maravillosa, que no he olvidado. Hoy puede que suene
clásico, dada la movilidad de la que disponemos. Pero en los años noventa y tantos era toda una
innovación.

Hay días en los que vuelven a mi mente alguna de aquellas imágenes. Al entrar y salir de las
clases. Cuando veo a nuestros estudiantes. Son chicos guapos, altos y bien alimentados,
productos de una época de logros sociales. Son desenvueltos, lejos quedan los complejos, al
menos los visibles, de inferioridad, por ser extremeños. Una de las buenas cosas de las
autonomías es que han convencido a cada cual de que somos todos iguales en los derechos. Eso
está bien.

Son chicos aplicados, que saben lo que quieren. Nada que ver con esa imagen que a veces se ha
querido construir de la juventud, como un grupo de personas que no sabe a donde va, indolentes
y desocupados. No es cierto. Quieren tener una carrera, bien y en el mínimo tiempo posible, con
el menor gasto. No viven mal, estudian y trabajan. Mantienen la ilusión propia de los veinte años.
Van, en el buen sentido de la palabra, a lo suyo, en un tiempo digital, donde los 140 caracteres de
los twitter marcan las pautas.

En el campus apenas se habla de política, al menos de la política tradicional, esa en la que están
los partidos, incluidos los de nuevo cuño. Ni municipal, ni autonómica, ni mucho menos española.
Hay política, claro, porque ésta impregna, le pese a quien le pese, todos los engranajes
educativos, cada vez que se toma una decisión, cuando se vota en un claustro, en una junta de
facultad o en un consejo de departamento. Pero allí no parece tener importancia lo de Cataluña o
la hipotética subida de Podemos…Como mucho, preocupa el descenso en la cuantía de las becas
y un poco el cierre de las Bibliotecas en periodo de exámenes. No veo yo que, de forma general,
se «mueran» por la cultura. ¡Que ya me gustaría! Que hubiera proyecciones semanales de
películas, exposiciones, debates…en vez de correr al útero materno de los pueblos cada «finde»…
Esto va así. Y así hay que entenderlo. Hace unos meses, dirigiendo uno de los Trabajos Fin de
Grado sobre Educación, salió el nombre de una de las personas más destacadas en este campo
de los últimos tiempos, pues hablábamos de leyes educativas y no en vano él ha estado en la
«cocina» de las últimas anteriores a Wert. El alumno me preguntó asombrado si ese Rubalcaba
que yo citaba era el mismo que, con tan poco éxito (a juzgar por las críticas que recibía por aquel
entonces) comandaba el PSOE. Que quieren que les diga, el golpe de realidad que sufrí aún me
duele.

 


Comparte en redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *