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MONAGO SABE ELEGIR HOTEL

OPINIÓN
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Ir a Madrid siempre es un placer, sobre todo, si te encuentras con amigos que te ven más alto, más guapo, más delgado, con más pelo, en una palabra que te adulan sabedores de que serás tú o las arcas públicas de la Comunidad Autónoma que presides las que pagarán la cuenta de todos los gastos que tengamos a bien hacer. Como pobre pensionista, al que el presidente del Gobierno le sube el 0,25 por ciento al año –lo cual tengo que agradecer, pues peor sería que después de deslomarme durante 30 años viera reducida mi pensión–, cada vez que viajo a la capital de España me alojo en el Hostal Buelta, situado en el número 4 de la calle Drumen, semiesquina con Atocha 118 y muy próximo a la estación del ferrocarril de Atocha. Además de que el precio es módico –32 euros la noche—y de que está limpio y es confortable, me viene bien porque así me ahorro el taxi, que vale una pasta, cuando voy cargado de maletas.

 

Si yo fuera el bombero, que ni lo soy ni quiero serlo, me hospedaría en el Hotel Ambassador, en la Cuesta de Santo Domingo, que es de la Cadena Tryp y sus precios oscilan entre los 120 y los 140 euros la noche sin contar el desayuno. Sé de cierto que Monago ha dormido ahí este fin de semana, pero he de reconocer que desconozco si lo ha hecho solo o acompañado y si ha desayunado. Pero yendo a la cuestión que puede interesar: ¿quién ha pagado el Hotel Ambassador? Los extremeños o su bolsillo. Tendremos que pedirle un certificado al Letrado Mayor del Senado o al Interventor General del Gobierno de Extremadura, para que cuenten qué hace este hombre realmente con el dinero de nuestros impuestos.

 

¿Ha salido por la noche el presidente? ¿Ha desayunado en el Hotel? ¿Ha comido y cenado en las pintorescas tascas de Madrid o en restaurantes de lujo? De cierto sabemos que ha tenido un encuentro con el director de LA RAZÓN (¿le habrá prometido publicidad institucional?) y el que el lunes por la mañana no se atragantó con el zumito de naranja que le pusieron en el desayuno informativo de EUROPA PRESS, aunque, al pobre mío, se le llenaron los ojos de arena y gracias a un alma caritativa se los pudo limpiar para leer una sarta de estupideces que mejor se hubiese quedado en casa y no habría realizado gasto alguno al erario público.

 

El señor José Antonio Monago, a la sazón presidente de Extremadura, relató con ese desparpajo que Dios le ha dado, una secuencia de Torrente, por lo menos, explicando a los estómagos agradecidos de su partido y a cuantos quisieron escucharle, que Extremadura es la tierra de las oportunidades y que de tres años para atrás no se había hecho nada. Mire usted, señor presidente, si Extremadura es hoy Comunidad Autónoma de pleno derecho se lo debemos al ex presidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra, quien se supo ganar la confianza en Sevilla, en su época estudiantil, de Felipe González y de Alfonso Guerra.

 

Además, Rodríguez Ibarra no montó espectáculo alguno que no estuviera justificado y siempre mirando por el bien de los extremeños a los que hizo creernos que éramos región. Usted, en solo unos días, se lo ha cargado todo con su obsesión por los plátanos de Canarias, el mojopicón y la zarzuela de mariscos, con cuentas más almejas mejor.

 

Usted, que se aloja a cuerpo de rey en un hotel de la Cadena Tryp, no sabe lo que es Extremadura: una región con 140.000 parados que malviven con los 420 euros que les da su partido; una región que se ha llenado de rumanos que vienen a la caza y captura de los mequetrefes que no les dan de alta por hacer trabajos inhumanos; una región en la que los pobres se apelotonan en las puertas de las Iglesias para obtener unos míseros céntimos; una región donde los contenedores de basura son una vergüenza a media tarde pues hay personas, con nombres y apellidos, que rebuscan entre las bolsas de detritus; una región en la que los turistas tienen que sortear las mierdas de los perros de las principales ciudades; una región, donde los jóvenes no tienen futuro y están deseando marcharse de ella, como sucedió y usted lo dijo en su discurso, en los años sesenta; una región donde la industria brilla por su ausencia…

 

Señor Monago, no le reprocho que haya gastado dinero en el Ambassador ni en los compromisos que pudiere haber alcanzado con LA RAZÓN ni el desayuno a sus colegas en el marco de EUROPA PRESS. Pero sí que siga engañando dentro y fuera para que su vanidad se vea reconfortaba. Es usted un prepotente y lo malo es que lo sabe.


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