En España, y hasta en Filipinas, donde existe un frente separatista de origen indonesio, llamado Frente Moro de Liberación, nombre que incluso en su traducción al inglés no deja de traducirse por Moro Islámic Liberation Front, al musulmán se le acaba definiendo como “moro”. Mérida según aparece en la redistribución provincial de Diocleciano, de finales del S. III, se convirtió en capital de la Hispania e incluso de la Mauritania Tingitana, que incluía la parte norte de África y cuyos habitantes los Maurii, acabaron siendo denominados “moros”.
Hace unos días recibí una carta, ampliamente documentada, en la que se decía que debería retirarse del callejero de la ciudad de Mérida el nombre de Muza, el invasor de la Hispania Visigoda y que provocó la decadencia de la ciudad. El ambiente popular tras la nueva resurrección de la Yihab, la guerra Santa, está provocando una reacción negativa de rechazo hacia la población musulmana, en cuya filosofía se encuentra en no integrarse en la sociedad occidental en la que viven, e ir ganándole terreno
Un artículo de los años ochenta, de María Jesús Rubiera, profesora de Lengua y Literatura Árabe de la Complutense, hacía un análisis sobre el amor y rechazo de lo musulmán entre la población española, según hubiera o no algún conflicto, en el horizonte, y que llamaba “La Maurofilia y la maurofobia de los españoles”. El español, ha sido muy propenso a mitificar lo “moro”, incluso elevando sus aportaciones culturales a unos niveles que nunca existieron. “ No cabe duda que los ocho siglos de la España musulmana han dejado profunda huella en la conciencia popular de los españoles, que atribuye a los moros la mayor parte de las construcciones indeterminadas de nuestros pueblos, a pesar de sus sillares romanos, o sus arcos góticos; que llena nuestro folklore de leyendas referidas a princesas moras y a tesoros escondidos”. Dice en su artículo la escritora.
Es cierto que en España consiguieron, por el poso que dejaron los romanos, y sus continuadores los visigodos, un nivel cultural que no consiguieron en otras partes del mundo musulmán, pero no fue por su civilización, sino a pesar de esta. Uno de los grandes problemas de la Córdoba de los Abderramán, era el alcoholismo. Al Hakem II, el hombre que convirtió a Córdoba en la capital mundial de la cultura, pensó en arrancar todos los viñedos, de Al Andalus. Aunque, convencido por sus consejeros que el aguardiente de higos emborrachaba más que el vino y que por lo tanto debería también arrancar las higueras, abandonó la idea. No tardarían en el S. XI venir los Almorávides, cuyo nombre proviene de “Murabit», cuya etimología tiene que ver con los Ribat, los conventos en los que vivían unos monjes-soldado salidos de grupos nómadas provenientes del Sáhara, que practicaban una interpretación rigorista del Islam. Y cuando estos habían alcanzado un alto nivel cultural, extendiéndose su influencia al norte de África, fueron invadidos en el s. XII por los almohades «los que reconocen la unidad de Dios», que surgieron en el actual Marruecos en el siglo XII, como reacción a la relajación religiosa de los almorávides. No tardarían en contagiarse de la cultura existente y de ellos son; la Torre del Oro y la Giralda, de Sevilla, la torre de Espantaperros de Badajoz, y la famosa mezquita Kutubiyya de Marrakech o la Torre Hasan en Rabat.
Nada nuevo pues, cuando los países islámicos comienzan a adquirir un poco de tolerancia y cultura, siempre surgen los que proclaman que en la esencia del Corán está la “Guerra santa”, con la destrucción de la cultura infiel y la conversión o muerte de los que no sean musulmanes.
La interpretación de algunos, que pretenden equiparar el libro santo musulmán al Evangelio no tiene base ninguna. Lo que indica que no se lo han leído. Cierto es que la falsa “Donatio Constantinii”, que se le atribuye al emperador Constantino en la persona del Papa Silvestre, conllevaba el poder político de los Papas, sobre los gobiernos, e incluso la parafernalia que lo indicaba, como la “sombrilla”, que indicaba su carácter de “basileus”, (rey) ( el blasón de las “basílicas”, tiene también esta sombrilla) las zapatillas rojas, a las que ha renunciado el Papa Francisco, e incluso la sotana blanca, pero todo esto no está en el Evangelio en el que Cristo proclama (Juan 18, 36) .”Mi reino no es de este mundo”. Frente al Corán, que los más rigoristas ven en él un libro no sólo sagrado, sino que tiene que ser también base de la legislación civil.
Mirado desde esta perspectiva, pese a las patentes injusticias y abusos de la expulsión de los Moriscos de España, “el acto más bárbaro de la historia del hombre” según Richelieu, aunque como enemigo de España tenía que buscar todos los argumentos posibles para atacarla, aunque no estuviera exento de cierta razón,( tras la que los de Hornachos fundaron Rabat), se comprende mejor políticamente tal decisión del rey Felipe III.
Y ahora, de nuevo, volvemos a hacer verdadera la famosa frase “la historia siempre se repite” y tiene toda la razón.