HERNAN CORTES CONQUISTA MADRID, por Juan Antonio Pérez Mateos

Nuestro heroico paisano, Hernán Cortés, ha llegado hasta este “rompeolas de todas las Españas”, y nos deja, durante un tiempo, jirones de su vida, hechos testimoniales, la grandeza y miseria de un conquistador, el hombre que dejó la “Extremadura donde nacían los dioses” para plasmar una gesta, una epopeya.

[Img #42017]Al fin y al cabo, Cortés es un mito, el héroe que nos pertenece, con sus miserias y sus grandezas, que está en el espíritu de los hombres que dibujaron el orbe con sendas nuevas, itinerarios tan escabrosos como majestuosos, tan aventureros, broche grande de  los mitos, Hernán Cortés hacedor del Imperio Inca, héroe al vincular dos civilizaciones en un momento clave de la historia, cuando el mundo se fundió.

 

Venid, paisanos, recorred con él su mundo y su época, el héroe que dejaría su patria chica de Medellín para escribir una de las epopeyas más grandes de la Historia, aunque, en esta gran exposición, sea a través de cuatrocientas piezas, donde se intuye el coraje de este hombre “de buena estatura y gran pecho; el color ceniciento, la barba clara, el cabello largo. Tenía gran fuerza, mucho ánimo, destreza en las armas. Fue travieso cuando muchacho y cuando hombre fue asustado y así tuvo en la guerra buen lugar. – Y el historiador de las Indias,  Francisco López de Gómara, 1552 – prosigue: ”Fue muy dado a mujeres y… lo mismo hizo al juego y jugaba a los dados de maravilla y alegremente. Fue gran comedor y templado en el beber, teniendo abundancia. Sufría  mucho el hombre con necesidad… Gastaba liberalísimamente en la guerra, con mujeres, por amigos y en antojos … Tratábase muy de señor y con tanta gravedad y cordura que no daba pesadumbre ni precio nuevo”.

 

Qué delicia sumergirnos, soñar con las rutas de estos héroes, en la Castilla del siglo XVI y acompañarlo – a Cortés – por los senderos de la imaginación y la singladura del océano Atlántico hasta descubrir Tenochtitlan, capital del Imperio Azteca, sus templos que, los castellanos de esa época, llamaban “mezquitas”. Seguir a Cortés es citarnos con la aventura y la imaginación y hasta veremos el mar bravío, la tormenta… Sólo este pasaje, bellamente representado, nos invita al sueño y a la valoración de Cortés y sus hombres, a sus gozos y a sus sombras,  a la reconstrucción de la nueva capital del Virreinato de Nueva España, la que es hoy Ciudad de México.

 

A través de este periplo, nuestro paisano nos descubre tantos mundos: el hombre, animal colonizador, la forja del Conquistador, arquitecto universal de una cultura, a caballo entre la sociedad guerrera de la Edad Media y el Renacimiento, su vida oscila entre la estancia en Salamanca  donde se forjaría su carácter y su formación jurídica y administrativa, valiosa para la conquista y colonización de México. Porque Cortés, jugador y mujeriego, dominaba el latín y leía a los clásicos – era admirador de  Alejandro Magno  y Julio César-; y se inspiraría en la “Guerra de las Galias”, según  cuentan los historiadores Díaz del Castillo y López de Gómara.

 

Portugueses y españoles, escribirían sus hazañas por el dominio de los mares, como quien huye de la patria chica y ser y sentirse aventureros, dominar los mares bien el Atlántico y, posteriormente, el océano Pacífico – te recuerdo y recomiendo, lector, la gran obra sobre Núñez de Balboa, de Feliciano Correa – .

 

Disfrutad de la magia y esplendor del Imperio Azteca, en la cumbre  de su poder, a la llegada de los españoles, bajo el gobierno de la gran ciudad de México – Tenochtittlán -, situada en el lago Texcoco; y el oro y poder que movían el afán de la conquista.

 

Gozaréis con la ruta de Cortés, el encuentro entre las culturas del Viejo y Nuevo Mundo, tras la conquista de México: La Corona de Carlos V y el imperio Azteca que regía Moctezuma. Y esa conquista de nuestro paisano, al mando de 400 hombres en aquel tropel de caballos y armas de fuego frente a las mazas, macanas, lanzas y flechas de los aztecas; y las enfermedades europeas difundidas por Mesoamérica y el rastro de estragos y la habilidad diplomática para atraerse a los indígenas enemigos de los méxicas.

 

Qué fascinación y cómo invita a soñar ese nuevo mundo. Cortés dirá: ”Quien no poblare, no hará buena conquista… así que la máxima del conquistador ha de ser poblar”.  Y el Imperio Azteca se transformaría en el virreinato de Nueva España y Tenochtitlán sería reconstruida como la capital del México colonial. Para Alexander von Humboldt, una gran ciudad monumental.

 

Adiós, Hernán Cortés, adiós, ya en la despedida de la vida; y su amante: Malinche, sagaz y eficaz consejera. Qué lástima que los extremeños no puedan gozar de este itinerario, exposición de Hernán Cortés, porque como dice Octavio Paz: Cortés “debe ser restituido al sitio a que pertenece con toda su grandeza y todos sus defectos: a la Historia”.