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CUERDA DE PRESOS

OPINIÓN
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Algún día alguien tendrá que bucear en los oscuros años de la posguerra y poner en limpio el sucio negocio en torno a la explotación de la wolframita y la scheelita en las pegmatitas graníticas de diferentes comarcas cacereñas.  Por estos términos, fueron abiertos y horadados numerosos predios por los parajes de “Piédrah Llánah”, “La Zorrera”, “La Floría”, “Loh Romérruh”, “El Becerril” o “El Berruecu Tamoju”.  Tanto la Alemania nazi como los Países Aliados, enzarzados en una pavorosa guerra, estaban interesados en aquellos ricos filones, a fin de obtener wolframio, tan necesario para la industria bélica.

 

     En la sesión ordinaria celebrada por el Ayuntamiento del lugar el día 15 de junio de 1943, se da cuenta de que se comisionó al concejal Teófilo Montero Montero para la conducción a la capital de la provincia a cuatro vecinos detenidos por los trabajos clandestinos en las “minas de wolfran”.  Presidía en aquel entonces la corporación municipal Juan Montero Sánchez, conocido por Ti Juan “El de las perras”.  Los detenidos fueron los paisanos Hermenegildo Martín, al que le decían Ti Meregildo “El Manco”; Víctor Retortillo, apodado  “Manteca”; Petronilo Jiménez, por sobrenombre “El Pecero” y Petronilo Sánchez, de la familia de “Los Zorritas”.  Cuatro reos que, como la mayoría de los vecinos, no habían salido de pobres desde que los tiempos comenzaron a ser tiempos.  Cuatro presos que no hacían otra cosa que rebuscar algo de mineral (el “golfran”, como le decían) para subsistir en años de oscurantismo y terrible represión.  Cuatro encausados a los que explotaban y les pagaban cuatro ochavos los todopoderosos jerifaltes que engordaban, en la sombra, con el mineral arrancado a la madre tierra.

 

     “Loh próbih no tenían culpa de ná -me contaba cierta noche de farra Teófilo Montero, el edil que los condujo a Cáceres-.  “Ehtaba máh de la metá del pueblu detráh del golfran.  Había mucha jambri al acabal la guerra y aquellu del golfran tapó algúnuh burácuh. A vécih la Guardia Cevil jadía la víhta gorda y la genti siguía con el picu y la pala, peru siempre loh hay que son peórih que la lichona de Muheda, que tenía el calderu de berbaju en loh jocícuh y el verracu encima y entoavía ehtaba gruñendu.  Pol esu, vinu la denuncia, que hay genti gorda, jurríñuh y jambrínah, que ni comin ni dejan comel. Loh cuatru eran  paisánuh y amíguh míuh y tuvi que lleval-luh a Cázrih, cuhtodiáuh pol la pareja de la Guardia Cevil”.

 

     Teófilo Montero se llamaba así porque había nacido un 20 de diciembre, que aparte de ser la efemérides de San Teófilo (soldado y mártir), también era la de San Filogonio y San Liberado.  Pero a él, hijo de Ti Eduardo Montero Sánchez y de Ti Eulalia Montero Montero, todos le llamaban en el pueblo Ti Tiófilu “El Repelú”.  Con él, coincidí muchos domingos y festivos, siendo yo mozo y él metido en su papel de jubilado, que nunca lo fue tal, pues casi hasta el día de su muerte continuó trajinando con sus tierras y ganados.  Le recuerdo con su traje de pana, la colilla del cigarro pegada a los labios, su sombrero de paño y un genio que hacía temblar al mundo.  Ambos acostumbrábamos a cerrar los bares algún que otro domingo del crudo y escarchado invierno.  Él me contó y me descubrió muchos recovecos de aquel poblachón que aún se agazapa entre pizarras y moleñas, no muy lejos de  las serranías jurdanas.

 

     El “golfran” no se ha agotado.  Los filones siguen durmiendo el sueño de los justos debajo de la epidermis de la tierra.  Terminó la II Guerra Mundial y nadie más se interesó por él.  Pero tampoco se han agotado los jornaleros del campo, ni los pequeños y medianos campesinos que darían un ojo de su rostro porque aquel mineral volviera a estar de moda y les permitiera, como diría el poeta José María Gabriel y Galán, “jumal de nuevi pérrah, cahcalsi güenuh frítih con bólah y poléuh y echalsi güenah siéhtah embaju de loh fréhnuh”.  No están los tiempos ahora para muchos dispendios, aunque el Gobierno integrado por una derecha que no siente rubor alguno en concatenar una mentira con otra, nos engañe vilmente un día sí y otro también.  Todavía recordamos cómo vociferaba, en la anterior legislatura, el actual ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, el que creó la empresa “Montoro e Hijos S.A.” y, sin que nadie lo haya desmentido hasta la fecha, se lucró con usura y avaricia, junto con su familia, con la venta de un lote de viviendas pertenecientes a Bankia y que fueron adquiridas por un fondo buitre.  Gesticulaba y reía como hiénido manchado cuando se burlaba del plan “Prepara”: “Con 420 euros, que son 14 euros al día, no vive una familia en España”.  Y la Loli Cospedal, la que marimanda en Castilla-La Mancha y atropella, a la mínima de cambio, los derechos laborales, remataba afirmando que “es todo un insulto a los trabajadores”.

 

    A Ti Teófilo “El Repelú”, nieto paterno de Ti Antonino Montero García y de Ti Mercedes Sánchez Dosado, le cupo la mala suerte de llevar detenidos a cuatro vecinos suyos: chivos expiatorios de bastardos intereses. Ni que decir tiene que si le encargan la custodia de esa pandilla de cínicos, elefantes en cacharrería, tragaldabas, chupasangres y otros hampones que tanto revolotean ahora, lo habría hecho de buena gana y con la aguijada en la mano, como cuando conducía a los bueyes en el acarreo.  En esa cuerda entrarían los que le han arrebatado a miles de jóvenes menores de 25 años el cobrar la limosna de 420 euros, que si antes la recibían 81.069 personas, ahora, con el PP, tan solo la perciben 8377 y no porque haya descendido el paro juvenil.  También los culpables de que la afiliación a la Seguridad Social haya bajado de 17,1 millones (anterior legislatura) a 16,5.  Igualmente, los que han reducido los 1748 millones de euros destinados a becas en el curso 2011-2012 a los 1472 millones del pasado curso académico.  Del mismo modo, esos incompetentes artistas que han oprimido a la clase obrera, dando lugar a que un trabajador medio tenga que currar de duro 21 días para llevarse el mismo jornal que un director ejecutivo de una gran empresa en una hora.  Y que entren en la misma cuerda de presos los que han conseguido en mala hora que solo Rumanía tenga, en Europa, una tasa mayor de pobreza infantil que este cansado y cansino país.  Que tampoco se queden fuera quienes deben anotar en sus balances que, en España, en estos momentos, hay 17.000 empresas menos que cuando comenzó la crisis.

 

     A estos que han hecho de la mendacidad su estilo de vida tenía que haberlos llevado, con grillos y con cadenas, nuestro paisano Teófilo, nieto materno de Ti Bonifacio Montero Caletrío y de Ti Teresa Montero Cabezalí.  A estos que quieren hacer comulgar con ruedas de molino a gran parte de nuestros alumnos, metiendo con honda el adoctrinamiento religioso en las aulas, a tenor de lo que dicta el nuevo currículo de la asignatura de Religión y cuando su lugar debería estar en las iglesias y en los salones parroquiales, pese a lo que diga el sindicato de enseñanza ANPE, de auténtico cuño nacionalcatolicista.  A estos y a aquellos otros, llámense Ciudadanos o Ciutadans y que algunos ya catalogan como otra marca blanca del PP, dedicados a criminalizar a Andalucía, afirmando que “los andaluces no tienen cultura del trabajo”.  Mienten sobre lo divino y lo humano y, cuando les descubren en renuncio, como al jefe de la cuadrilla, don Mariano Rajoy Brey, en el debate sobre el Estado de la Nación, pierden los papeles, amenazan y muestran su genética y sus tics totalitarios.

 

     Cuando le quedaban dos meses y dieciséis días para cumplir las ochenta y una primaveras, un infarto fulminante se llevó por delante a Ti Teófilo Montero, el que me enseñó por las tabernas muchas picardías en mis años mozos.  Era el cuatro de octubre de mil novecientos noventa y uno, el mismo día en que Cark  Bildt era investido como el trigésimo segundo primer ministro de Suecia.  Libre, sin esposas ni grilletes, se nos fue el amigo para el lugar de donde nunca se vuelve. Esperemos que otra larga y moderna cuerda de presos no se vaya tan libre y tan de rositas cuando llegue su hora, no la de la guadaña, sino la de bajar, aunque sea a empujones democráticos, de los pedestales en los que se hayan subidos.


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