Yo a veces como que comprendo a Rajoy, debe ser puro síndrome de Estocolmo, cuatro años ya
presos de su ideología, de sus medidas, de sus gentes, que hasta creo que he llegado a
entenderlo. Primero, por el esfuerzo continuado que hizo para mantenerse contra viento y marea
en la cúpula del PP, que hay que ver que lo tuvo difícil, siendo el comodín de sus distintos
presidentes; después, para resultar el elegido; luego, para perder las elecciones con gallardía y
aguantar los vientos que iban a tirarlo del barco; por ultimo para ganar, con ganancia total y
paroxísmica. Una ganancia que se extendió por pueblos y ciudades. Ah, y por autonomías. Al
completo. Y claro, digo yo que si a alguien se le hace tan inmenso regalo lo suyo es que crea que
se lo merece. Y más si se lo ha «currado» a tope. Y si se lo merece será por algo, por genio a lo
Einstein, incluso.
Porque ya se sabe que las adversidades reafirman el carácter. En este caso, el de Rajoy. Por eso
yo como que lo entiendo. Tanto, que he llegado a pensar que qué tiene de extraño el que haya
creído que sabe convertir la paja en oro, como en el cuento. Que no tiene nada de malo el que
explique con absoluta claridad lo de la macroeconomía y todo eso. Dentro y fuera del Debate de la
Nación. A todas horas. Y que no es nada raro que piense en el común de los mortales, lease entre
otros las mujeres, como menores de edad a quienes hay que enseñarles todo, todo. Pero todo.
Porque se lían con la cesta de la compra…y con las hipotecas. Incluso con lo del aborto.
Reconozcamos que ayudan las circunstancias y la forma de ser. La forma de ser de quienes
primero resolvieron que había que ayudar a gobernar (a Rajoy y sus amigos) porque eran la
solución a todos los males, por agenda e influencia, y después reflexionaron (¿o fue todo al
tiempo?) que a los «otros», los que no son de pata negra (vamos de toda la vida), mejor ni agua,
no fuera que los «pobres muertos de hambre» se creyeran jefes y hubiera que tener varios, en vez
de uno solo, el de siempre.
Así que yo reconozco que a Mariano le veo la valía, pues lo que dice va de suyo, de la propia
naturaleza y no se puede cambiar. Vamos, que está en su ADN. Registrador además, como es,
toma buena nota y apunta lo que le cuentan y lo qué pasa. No inventa nada. Atestigua. Lo que
conoce. Lo que le piden.
Porque sabe que la vida va de clásica, de buenas costumbres, no en vano así se han hecho
muchas veces las cosas, de cuando la política era para la gente de posibles, esa que viajaba a la
Corte en carruaje desde su jurisdicción, a la que apenas conocía por no vivir prácticamente en
ella. De cuando los educados eran los hijos de las familias adineradas o de cuando los hospitales
se llenaban de pobres y los hospicios de niños y niñas sin padres reconocidos.
Y ya sabemos la fuerza de la tradición y sus anexos. En España. Y el que dirán y las apariencias.
Mariano llegó a Europa y allí todos estaban de acuerdo en que los recursos para quienes se los
trabajen y que las deudas públicas deben pagarlas los que tengan nóminas o los pequeños
autónomos y las clases medias, a fin de cuentas son las grandes fortunas las que mueven un país
y los artículos de lujo los que agilizan el consumo. Por lo que a aquellas ni tocarlas, no vaya a
desnivelarse demasiado la Bolsa.
Y ahora los votantes quieren que Rajoy cambie de costumbres, de ideario, de planteamientos.
Que sea una derecha que haga política de izquierdas. ¿Pero qué se han creído? ¡Pues vaya un
follón!. Seguir con las mismas becas para la universidad, mantener los salarios según la subida de
los precios, no cerrar las urgencias rurales. No meter la pluma en las cosas de la religión…
Menudo, menudo embrollo. Enfadarían a todos los amigos. Para eso, miren, mejor ¡búsquense a
otro!