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FINAL DE CICLO, PERO DE VERDAD

OPINIÓN
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El otro día decían unos amigos que en Cáceres, si te fijas, sabes enseguida quien ha trabajado y
quien no, por los vecinos. Cuando se camina por los barrios y se ven las nuevas construcciones
en los espacios públicos, siempre que sigas el transcurrir diario de la ciudad a través de las
conversaciones ciudadanas y los medios locales, se puede deducir sin sectarismos lo que cada
corporación local, regional o nacional ha hecho por y para la ciudad.

 

En los últimos tiempos el sello es de gobiernos socialistas. Más allá de las circunstancias
históricas y particulares, que ponen o quitan gobernantes, hay un respeto a los asuntos públicos y
una sensibilidad distintos entre los de izquierda y los de la derecha. Por eso resulta tan anómalo
que en el subconsciente colectivo aparezcan como iguales. Algo se ha hecho mal, sin duda.
Llevo tiempo diciendo que los partidos tradicionales han perdido un tiempo precioso. Por falta de
ideólogos competentes. Si los hubieran tenido trabajando, antes tendrían que haber presagiado,
intuido y pronosticado, lo que se nos venía encima. La existencia de una crisis, que dista mucho
de ser sólo económica. Y qué significa, sobre todo, un fin de ciclo.

 

A mi no me agobia esto último. Por formación o deformación profesional (soy Física) sé que las
leyes no son inmutables. Y que Newton ha tenido que dar paso a Einstein y otros muchos. Y no
pasa nada. El valor de lo antiguo no se desmerece pues ha permitido aparecer lo nuevo que
explica al mundo mucho mejor, con nuevas herramientas que antes fueron impensables.
A mi me preocupa el no saber reaccionar. En contra de lo comúnmente aceptado, no son los
gobernantes los más preparados para hacerlo. Y aunque lo fueran, el tiempo que emplean (bien o
mal) en gobernar no lo tienen para la reflexión y el análisis consecuente. Me lo dijo una colega del
trabajo ya desaparecida, que anteriormente había ostentado la dirección del centro universitario
que yo dirigía por entonces: «No soy capaz de enjuiciarte porque al conocer lo qué supone tu
trabajo, te entiendo perfectamente…» Siempre le agradecí estas palabras.

 

La disyuntiva moral existe cuando el gobernante no hace nada importante salvo criticar al anterior
para salvar su propia ausencia de ideas. El problema está en esa forma de llegar a los sitios y
enfrentar al adversario político como si de un enemigo total se tratara. Esa forma de destruirlo con
todas las armas al alcance, por tierra, mar y aire. El PP lo ha hecho con el PSOE, creando una
imagen del mismo distorsionada que los socialistas no han sabido o podido romper. Estamos
donde estamos (entre otras razones) por ello mismo. Y una parte de la aparición de partidos
nuevos es consecuencia de esto qué digo, de ese trabajo en barrena de la derecha clásica para
destruir a una izquierda estructurada que les molestaba. Trabajo que, por otra parte, fue todo un
clásico pues les conseguiría mayorías absolutas, con argumentos altamente rebatibles.

 

Y ahora qué? Pues no se sabe. Veremos. Sin duda se avecinan cambios, no solo en el abanico de
las fuerzas políticas que obtengan buenos resultados en la próximas elecciones, sino también en
el esquema de trabajo de aquellas. Sin duda habrá que hablar de reformas en la Ley Electoral o
en la Constitución. Sin duda el trabajo deberá realizarse con mayor transparencia y con otros
controles. Incluso deberá plantearse la necesidad, o no, de una clase política totalmente liberada,
a la que sus electores no ven próxima y de un sistema parlamentario, necesitado de mayor
flexibilidad a la hora del debate de iniciativas importantes y respaldadas con firmas por los
ciudadanos.

 

El momento, si obviamos los particulares deseos, es apasionante. Y seguro, que desde este
torbellino de ideas en el que todo se ha convertido, emergerán algunas importantes, como lo
harán líderes (jóvenes o viejos) altamente responsables e idóneos para el momento social y
político.


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