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DE TAL PALO, TAL ASTILLA

OPINIÓN
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Me suele pasar que algunas veces escucho algo y en mi cabeza de pronto se forma un tornado de preguntas, un maremoto de pensamientos y necesito que me saquen de tales dudas, no son existenciales, ¡claro!, pero me reconcome tal situación y entonces empiezo a indagar en mis recuerdos, en mi propia vida y en mis alrededores para darle sentido a todo eso…, aplico mi filosofía doméstica y concluyo sin aspavientos con una serie de citas, refranes o frases hechas, tales, que termino por poner un final abierto a cada cosa que me produce una brecha en esta mi cabecita siempre en movimiento.

 

El caso es simple, la genética y sus circunstancias, la genética no sólo a nivel en que los hijos se parecen físicamente a los padres, si no la genética en general, la que recibimos de ellos y por ende de nuestros familiares, incluso de algún antepasado, arrastrando esa carga dentro, algunas veces a nuestro pesar, y otras veces para maravillarnos, cosas de la naturaleza. Nuestros gestos, nuestra forma de ser, de sentir…

 

Lo interesante del caso,  bajo mi punto de vista y desde mi filosofía doméstica es que cuando un hijo hace algo o es de una manera determinada, si no nos parece bueno, siempre se parece al otro y si lo que vemos en ellos es algo bueno, entonces es a nosotros a quien se parece… Todo viene a colación porque oí hace poco a un padre diciéndole a una niña pequeña en un arrebato, tal vez por las prisas: ¡Eres igual que tu madre de lenta, hija!, y así es como se suscitó en mi este dilema, pregunta o lo que quiera que sea, que llevo unos días intentando dar forma a lo que en mi cabeza se cuece.

 

Analizando tranquilamente la situación y mirando a mi alrededor, que no tengo que ir yo muy lejos, descubro un absurdo miedo y pocas ganas de aceptarnos a nosotros mismos  cuando vivimos achacamos al niño esas cosas que realmente nos pertenece a nosotros y antes a nuestros padre y antes a nuestros abuelos y así hacia  atrás hasta perderse el rastro…, porque amigos y amigas mías, ¿qué son nuestros hijos si no partes de nosotros mismos? Bueno, pues cuando un niño tiene mal  genio, es despistado, desordenado, “enfadón”, tímido…, es fácil, se parece al otro tanto que es increíble.

 

Vamos a ver, si es mi hijo, ¿a quién se va a parecer?, triste sería que se pareciera al vecino o al butanero… (de lo que ya hay muchos chistes, por cierto). Pues sí, se parece a mí, qué le vamos a hacer. Y si es un virtuoso, inteligente, bueno, simpático…, entonces nos apuntamos el tanto. El reconocer en nuestros hijos lo que no nos gusta de nosotros mismos es complicado, todos creemos ser perfectos o al menos parecerlo, yo aquí me río, porque cuando se trata de elogiar resulta que a ti no te toca nada, es todito igual a mí, dice la otra parte dadora de su parte genética y uno siente el orgullo de haber aportado la mejor parte de sus genes.

 

Un hijo lleva el aporte genético no sólo de sus progenitores, sino de toda una familia que se extiende como una playa adentrándose en el mar de nuestros ancestros. Yes una parte de nosotros la que dejamos como herencia y ellos la dejarán a sus hijos y así hasta no se sabe qué tiempo. “De tal palo tal astilla” es el refrán que engloba lo que tan extraordinario hace la naturaleza con la Humanidad.


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