Ayer, cuando algunos nubarrones oscuros se cernían sobre los miles de verdegrises robles que conforman la dehesa de Aceituna, mi camarada de alocados pasos me rememoró, nostálgico, la primera vez que sus labios se soldaron con la carnosidad y el calor de otros. También era tiempo de primavera y el amigo andaba vivaqueando por calleja que serpenteaba entre huertecillos, donde se alzaban colosales rebollos y todo un sotobosque de ruscos, cornicabras, jaras-estepas, lentiscos y otras matas que crecían en la umbría de la maquia. Una zagala de no más de dieciséis abriles en sus saltones ojos añiles, bella como una Diana cazadora, recogía cagajones de burro y las introducía en la cesta que colgaba de su brazo. Eran tiempos en que todo se reciclaba, hasta los excrementos de las bestias: apreciado abono para estercolar los “criaéruh” (rústicos y mimados invernaderos). Entre aquellas frondosas soledades, también con tres lustros bien corridos entre sus acastañados iris, mi camarada y la guapa campesina sellaron amorosamente sus labios.
Desde aquella fecha, siempre le venía un cierto olor a húmedas cagarrutas cada vez que besaba a alguna chica. Pero él amaba aquel olor y amaba con locura a los burros , tanto o más que la actriz y productora de cine Reese Witherspoon, la que nació en Nueva Orleans y tiene como mascota a dos pollinos llamados “Honky” y “Tonky”, además de dos fascinantes pupilas del color del firmamento, de esas que le provocan espejismos a mi heterodoxo desde la hora tercia hasta los umbrales de la hora nona. Y quería más a los ruchos que el propio Juan Ramón Jiménez Mantecón a su “Platero”, el asno que hogaño cumpliría 101 primaveras y cuyas andanzas se han publicado en 49 idiomas y son casi tan leídas como la Biblia y Don Quijote.
Hoy, fecha tan emblemática del 1º de Mayo, cuando se garabatean estas líneas, mi caro compañero, tan dispuesto a estar en la primera línea de la barricada, no ha acudido a ondear sus colores rojinegros, como siempre acostumbró. Se lo impedían ciertos rastros etnoarqueológicos y otras variopintas ruralidades. He regresado con él a la dehesa de Aceituna, la única de toda Extremadura que cuenta con un centro de interpretación del roble, y allí, junto a la laguna de “El Manzanu”, ha vuelto a la carga con los burros. Me ha referido que, en la Biblia, son mentados 130 veces y que, sobre sus lomos, cabalgaron personajes tan barbados como Abraham, Moisés o aquel a quien las Escrituras llaman, a su vez, León y Cordero. Él, el compadre cuya adrenalina no le deja parar ni un momento, también montó sobre ellos muchas veces, cuando en los pueblos se contaban a docenas y no se habían convertido en piezas de museo. Y supo apreciar las virtudes de estos animales que fueron domesticados alrededor del 5000 antes de Cristo, cuyos rebuznos se oyen a más de tres kilómetros de distancia. Se percató de que eran sufridos, austeros, resistentes, frugales, amistosos, inteligentes, cautelosos, juguetones y muy interesados en aprender nuevas enseñanzas. Por lo tanto, incierto que los burros sean unos burros.
Pero lo que sí es cierto, tanto como el sol que nos alumbra, es que don José Antonio Monago Terraza, al que le gusta ir a lomos de flamante caballo y no sobre la albarda de un humilde rucio, comete disparatadas borricadas, propia del que desprecia a los asnos por creerse señalado por los dioses para trotar en más altas cabalgaduras. Ahora, después de tropezar dos veces en la misma piedra, cosa que jamás hará un borrico, nos viene con un nuevo vídeo, titulado “1968. De podemos a hacemos”, presentado por el flamante director de campaña (o de orquesta, que entendido es en lides musicales) don Fernando Pizarro García-Polo, alcalde de Plasencia, al que le gusta chupar cámara, tener el don de la ubicuidad y al que también le va creciendo la nariz, por ser cada día más pepero, y que no suele tocar la flauta por casualidad, al contrario que el burro de Iriarte.
Hay que tener bemoles y poca vergüenza para airear un vídeo donde Monago y la derecha extremeña se apropian de unos hechos donde la izquierda (de modo fundamental, el movimiento libertario) fueron los protagonistas de una insurrección revolucionaria que puso contra las cuerdas, en mayo del 68, al gobierno conservador de Charles de Gaulle. O sea, los herederos ideológicos de la derecha represora de aquel movimiento contestatario se erigen, ahora, en sus defensores. Así no es extraño que, en el audiovisual, Monago subraye que aquel histórico y glorioso mayo supuso “una transformación política, económica y social como la que también estamos experimentando nosotros”. Y añade que “los jóvenes tenían un sueño: pasar de los dichos a los hechos, de podemos a hacemos”. Es el colmo del atrevimiento, de la desfachatez y de la impostura. ¡Menuda pinta tienen de revolucionarios los encorbatados del PP, por más que escondan cobardemente las referencia visuales y sonoras de su partido en los vídeos que se sacan de la manga!
¿Acaso Monago y los suyos son tan realistas que exigen lo imposible? ¿O se atreven a afirmar que la barricada cierra la calle pero abre la vía? ¿O que los que hacen las revoluciones a medias no hacen más que cavar su propia tumba? ¿O gritan a los cielos aquello de “prohibido prohibir”? ¿O están convencidos de que la imaginación no es un don, sino el objeto de conquista por excelencia? ¿O claman a rabiar que no hay que negociar con los patronos, sino abolirlos? ¿O acaso animan a luchar por la felicidad que el capitalismo nos está robando? ¿O se ponen al lado de quienes quieren cambiarlo todo, sin parches que valgan, porque la estructura está podrida…? Ellos, los que desprecian a los jumentos, no tienen legitimidad para hablar del mayo del 68 ni para decir, con André Breton, el escritor francés y principal impulsor del movimiento surrealista, que “la revuelta y solamente la revuelta es creadora de la luz, y esta luz no puede tomar sino tres caminos: la poesía, la libertad y el amor”. Tres ejes éstos que mi noble y enamorado camarada, el que en verdad siente debilidad por el rucio de Sancho Panza, lleva clavados como puñales en mitad de sus ventrículos, ofreciendo la generosa sangre que derraman a hermosas manos, de dedos fuertes, inquietos y rebeldes. Manos de mujeres que, por ser inteligentes, son siempre bonitas y jamás sumisas ni devotas, que él las quiere libres, lindas, rompedoras y locas. En su vida asumió mi camarada aquello de “hombre casado, burro domado”. Soberano él, como garañón, por sus campos inmensos, sin alambradas ni horizontes.
Apunta el antiguo adagio que “cuando el burro mueve orejas, resguárdate bajo teja”. Esta tarde, mi otro yo y yo mismo vimos en ameno y florido prado a borrico que movía a buen ritmo sus pabellones auriculares. Algo se cuece por los áticos del cielo. Aparte de que caigan chuzos en este mayo tan alborotado, también puede que se desplomen las quijadas asnales con que Caín cometió su fratricidio y con la que Sansón acabó con toda una partida de filisteos. Es muy posible que una oveja blanca, ahora desparasitada, le aseste un tremendo quijadazo a sus hermanos de la derecha, tremendamente contaminados. O que los nuevos Sansones, que aún no se han cortado la coleta, actúen de igual manera con la cáustica y casposa casta. No quedará exento Monago, que, con su bruta osadía y chulería, ha exclamado que no conoce a ninguno de Podemos con callos en las manos. Algunos, con ironía, le han contestado que él sí que los tiene, pero en otras partes, por rendir perenne culto al dios Príapo, al que, por cierto, estaban consagrados los longevos borriquillos.
En el libro “Rebelión en la granja”, George Orwell eleva al burro “Benjamín” a la categoría de representante de la clase intelectual. Muy acertado. Popea, mujer de Nerón, llevaba en su comitiva 500 burras nodrizas, a fin de ordeñarlas y bañarse en su leche. Al igual que Cleopatra VII, la última gran reina de Egipto; la bella Joséphine, esposa de Napoleón, y la reina Victoria, que también se chapuzaban en tan blanco líquido, buscaba aumentar su inteligencia y la eterna juventud. Pero que no hagan cola ahora con sus lecheras los vejestorios ni los “Frankesteines” de turno. La leche de las jumentas solo está disponible para los que tenemos intactas las alas de la libertad y somos legítimos, no impostores, herederos del Mayo del 68, y para aquellas que se atreven a romper moldes y tabúes y son congruentes con sus nobles, libertarios y profundos sentimientos.