UN VOTO RESPONSABLE POR CACERES por VRC

El análisis de la situación económica, política, social y administrativa de la Ciudad de la Ciudad de Cáceres, de Extremadura y de España es una necesidad ciudadana y la participación en la vida pública implica responsabilidad y un alto nivel de exigencia programática que empieza a ser determinante en la actualidad.

[Img #44114]Dicho lo anterior, convocado y en curso un proceso electoral  no se puede permanecer al margen y  es bueno hacer consideraciones, tal y como es habitual en las democracias más avanzadas del mundo, especialmente las nórdicas y anglosajonas, con espíritu crítico constructivo, pero reivindicativo, junto con altas dosis de objetividad.

 

Por tanto es importante votar, la política, entendida como servicio público y no como ocupación profesional o lugar donde medrar y enriquecerse, es cosa de todos los ciudadanos y el voto es la expresión del estado de opinión con el que se modulan los gobiernos en todos los ámbitos y con el que se definen las prioridades. Lo primero por tanto votar, aunque sea en blanco. Votar nulo es otra forma de trasladar un estado de opinión que puede suponer un rechazo de las personas, que no de la opción política.

 

Veamos las prioridades:

 

La Primera:

 

Evaluar a las personas que se presentan a las elecciones en sus valores cívicos, de carácter general, y en su significación ética, moral o religiosa como se explica a continuación. Los candidatos deben ser personas honradas, sinceras y honestas. Y los colectivos que representan  deben saber del  Honor, la Lealtad y el Valor de la Palabra Empeñada. No son conceptos caducos, todo lo contrario, están de plena actualidad. Nuestros futuros representantes deben saber lo que significa la palabra “integridad” y demostrar que son consecuentes en relación con las referencias que transmiten a la sociedad, ya sean cívicas, éticas, morales o religiosas caso de tener creencias de ese tipo, o aparentar tenerlas. La sociedad española cada vez se parece más a las europeas y nos congratulamos por ello. No cabe ya la doble moral o una privada y otra pública, sosteniendo vidas paralelas.

 

Si se manifiesta la tenencia de unos valores cívicos o éticos, ajenos a la religión, deben ser la regla de conducta de quien dice tenerlos, podremos estar en acuerdo con los mismos o no, pero no estaremos nunca cerca de quien dice pensar de una manera y obra de otra distinta. Si se tienen principios morales o religiosos, no cabe el comportamiento fuera de los mismos. No nos referimos a la comunión plena con los mandamientos de una u otra Iglesia, a las que se puede pertenecer manteniendo discrepancias con alguno de sus mensajes, sino a ser coherente con su filosofía de vida. Así por ejemplo parece insensato permitir a nadie, si hablamos de cristianos, llevar las andas de la Virgen, cuando ha hecho manifiesta su condición de adúltero, se encuentra en pecado mortal y no ha hecho propósito de enmienda, esto si consideramos un principio religioso. Si establecemos uno cívico pues tampoco parece apropiado que quien dirige la Hacienda Pública, sea un presunto delincuente en el ámbito Financiero privado.

 

Son comportamientos que podrían pasar desapercibidos en personas que no aspiran al servicio público, pero  de necesaria evaluación en aquellos que nos quieren gobernar: Quien engaña a su familia, su ámbito más próximo, es firme candidato a engañar a la Comunidad.

 

Dicho de otra manera: no se puede aparentar ser ejemplar,  familiarmente hablando, donde se vive los fines de semana y durante esta escaparse a los trópicos con el “pibón” de turno. No se trata de un pensamiento decimonónico, dado que cualquiera puede hacer y pensar lo que le plazca, pero con sinceridad y respeto por los demás. Por la misma razón una relación puede fracasar entre dos personas, pero no se puede mantener en engaño con respecto a una, mientras se inicia una tercera relación con otra, siendo insostenible el arreglo de conveniencia para aparentar lo que no se es porque parece social o políticamente más correcto en determinados ámbitos de proximidad.

 

Quien pretende dirigir el gobierno de una sociedad, un municipio, una Comunidad, una Nación está obligado a ser transparente no sólo en su patrimonio, sino en su forma de pensar y en su escala de valores y ser consecuente  con la misma en sus actos. Esto será valorado correctamente por los ciudadanos con independencia de compartir o no esos valores. Lo que será siempre rechazado es lo contrario. Si no se quiere o no se puede es suficiente con abandonar la intención de participar en el Servicio Público, quedando esa forma de comportamiento en una ámbito estrictamente privado y en todo caso su falta de coherencia no afectara a la confianza social y política de colectivo ciudadano alguno.  

 

La Segunda:

 

Evaluar a las personas que se presentan a las elecciones por sus capacidades, dado que la sociedad, nuevamente más responsable, deseo gobernantes formados académica y profesionalmente que entienda la política como un servicio público y que tengan demostrada una trayectoria vital y de trabajo ajena a la política, que en caso contrario se convierte en un “agarradero” para siempre, primando el interés de quien está en ella, para mantenerse en el cargo, frente al interés común. No decimos con ello que sea necesario tener uno, dos o tres títulos universitarios, sino una experiencia vital distinta de la política.

 

Entendemos por tanto que para votar hay que estudiar quien está de paso y quien ha venido para quedarse, o quien no ha hecho otra cosa en la vida que estar aferrado a un cargo público, amparado en cuantos camuflajes pueda necesitar.

 

 Una elección acertada es la que permite el acceso a aquellos que con experiencia, formación, capacidad y preparación está en disposición de dar algo a la sociedad y una equivocada es la que puede primar a los que vienen a aprender con cargo al presupuesto público, sin cumplir los mínimos requisitos que en el emprendimiento profesional, social o privado marcan las líneas rojas de la productividad, la eficiencia y la capacidad realizadora.

 

Rechazo por tanto  a los políticos profesionales que no han tenido prácticamente más actividad que la politica en su vida, incluso a  quienes tras la consecución de una titulación o haber aprobado una oposición, no han ejercido realmente como tales, siendo esto una mera pantalla. Este tipo de políticos siempre acaban teniendo en primera consideración su posición, es decir el mantenimiento del sillón en el que se sientan, y luego no todo lo demás, sino nada más. Para ello acaban siendo serviles del poder que les designa y su voluntad de empresa desaparece, dado que no haciendo nada no comenten error alguno. Esta falta de riesgo y entrega se convierte en manifiesta ineficacia que acaba pagando la sociedad entera.     

 

La tercera:

 

Evaluadas las personas entendemos necesario estudiar la Ideología y Programa de actuación política, teniendo en cuenta que salvo en posiciones extremas en las sociedades democráticas occidentales la diferencia entre las grandes opciones socialdemócratas o demócrata cristianas no son tan grandes si se hace un análisis en profundidad de sus contenidos, aumentando esas diferencias cuando se va pasando a otros ámbitos más alegados de la centralidad política.

 

El voto no puede estar condicionado, ni por la tradición, ni por el prejuicio previo, sino sólo por la calidad ética y profesional de las personas y por los contenidos ideológicos y programáticos de sus propuestas, no siendo así extraño que en los países más desarrollados se produzcan alternancias en las mayorías, conforme al acierto de los partidos políticos a la hora de trasladar estas cuestiones a la sociedad.

 

No existe en democracia propuesta imposible salvo aquella que atenta contra la libertad de los demás o fomenta violencia o discriminación alguna, pero si existen en democracia propuestas razonables, que cuentan con un estudio previo y previsiones de gasto acordes con los ingresos y otras que pueden considerarse “brindis al sol” por saberse de antemano de su dificultad o falta de rigor. Cuidado con estas últimas.

 

La Cuarta.

 

Rechazamos a  quien se postule en contra de algo o alguien por cualquier circunstancia ideológica, personal, pública o privada, no creemos en esa forma de actuar en democracia. Sólo entendemos el rechazo a las posiciones, ideológicas o religiosas extremas e intransigentes que atentan contra los valore fundamentales de la sociedad europea, recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

 

Rechazamos cualquier tipo de imposición o violencia y participamos de la Cultura de Seguridad y Defensa, precisamente para sostener esos valores y evitar la intransigencia

 

 

La Quinta:

 

Creemos que es legítimo sostener cualquier posición ideológica, pero los cambios en las cuestiones decisivas relacionadas con la Constitución y el Estatuto de Autonomía tienen que tener fuertes y poderosas razones para postularse y más aún para llevarse a efecto. No cabe el capricho electorero, ni la maniobra a corto plazo.

 

Los cambios tienen que ser motivados por causa grave y cuasi definitiva y gozar de tan amplio consenso como el que consiguió el posicionamiento a sustituir. No podemos considerar positivo el intento de cambio por razones sentimentales, de oportunidad o, mucho menos, por interés partidista.

 

La Sexta y Última, la más importante:

 

El infinito e irrenunciable valor de la Justicia Social, la Solidaridad, la Paz, la Piedad, el Perdón y la Compresión del que no piensa como uno. La absoluta necesidad de interiorizar cualquier sufrimiento ajeno para hacerlo propio y corregirlo. Es esto lo que comportará la verdadera corrección de la miseria social y desarrollo de unas políticas donde los ejes básicos sean la Educación, la Sanidad, el Trabajo y la Vivienda. Dignos en todos los casos.

 

Junto a estas cuatro piezas maestras tenemos que tener la seguridad personal en el ejercicio de nuestras libertades y en la reclamación de esos derechos, siendo clave para ello la Cultura de Defensa, como individuos y como colectivo. De igual manera tenemos que tener la Política Social claramente establecida para encontrar los elementos sustitutivos de las cuatro piezas básicas cuando los ciudadanos no pueden conseguir el acceso a ellas por si mismos.

 

Cuando los partidos denominados generalmente de izquierdas abandonan su acción social para centrarse en el control del Estado, o cuando los partidos denominados generalmente de derechas hacen caso omiso de su ideología social o demócrata cristiana para favorecer a los más poderosos aparecen importantes desviaciones de estos objetivos. Cuando ambas posiciones centran su trabajo en el ámbito de la igualdad de oportunidades y en la justicia social aparece un espacio amplio que abarca a más de un partido y que permite la sensación de comodidad política a los ciudadanos. Es por ello que no es extraño que en las democracias más avanzadas del mundo, el voto cambie con facilidad, sin cambiar lo importante de las cosas o que personas que un día apoyaron una opción puedan estar pasado el tiempo en otra sin los aditivos del interés, la oportunidad o el tránsfuga de turno. A eso se le puede llamar normalidad democrática.

 

Por último y como séptimo elemento la Libertad, libertad en todos los sentidos, que sólo tiene como límite el comienzo de la misma libertad del que está a nuestro lado.