Digital Extremadura
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Pensar que, en esta ocasión, nuestro pensamiento / sentimiento es un humilde ánimo o un lento raciocinio de una papeleta afirmativa o negativa, donde unos nombres – los políticos – decidirán cómo van a transcurrir nuestras nuestros días, quizás nuestros años, si España irá mejor o peor, si la balanza de pagos será o no favorable, cómo transcurrirá el comercio exterior, nuestras relaciones laborales e internacionales, en suma, si nuestros días, tras ese acto solemne de la votación, nos abrirán el alba de los sueños con más optimismo o seguiremos caminando por la senda de nuestras días más o menos alicaídos, un sol que nos anime en ese colegio de urnas por un día, sin la ingenuidad de los niños, un reloj que marque bien nuestras horas, un horizonte abierto por gaviotas o mirlos y la noche nos acune, tras el recuento con una esperanza cansina y, de todos modos, nos acune una nana.

 

El PIB, la Bolsa, el déficit, la economía pisando siempre la dudosa luz del día, con esperanzas y decepciones, “el algo huele a podrido en Dinamarca” – ahora habría que sustituirla por nuestra vieja Iberia,  pituitarias malolientes, esperanza ahogada en el desconsuelo político – oh la vieja polis -,  cansancio de desalientos, la fe perdida en el hemiciclo, allí donde debe arder la antorcha de la Democracia, esas Cortes fijas, tan lejanas de los viejos itinerarios de los Reyes, en aquella trashumancia regia.

 

Qué pena que se nos convoque cuando sentimos el cansancio de las decepciones, de las peleas y luchas, de la carencia de donosura con el pueblo llano, que sentimos la ausencia de un resumen, si no diario, semanal, de qué se ha hecho y cómo. No, no darnos la espalda y, de alguna manera, sentirnos copartícipes  de las misiones políticas y el “dinerito”. Ese Presidente que nos “congregue” o se asome a la ventana mágica de su  portal o de  la magia televisiva y nos cuente, sencillamente, qué se ha hecho y a qué hucha van nuestros dineros.

 

Cuanto te echamos de menos claridad o éticas perdidas como la de Julián Besteiro, que, en un viaje en avión de Estado a Inglaterra y, al regreso, en París, su cuñada Mercedes Cebrián le pidió si “puedo regresar a Madrid en este avión”. Besteiro se opuso, rotundamente: “Tú no vienes en esta misión, así que lo siento; regresa en tren.” Qué ética frente a la de esta época de manirrotos – ojo, excepciones -, avaros, que han manchado nuestra vieja piel de toro. Y recordemos, una vez más, la frase de Lord Acton:”El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”.

 

Cómo soñamos con la modelo de la democracia, la chica guapa, de manos puras, que muestre su belleza para que los españoles cerremos un paréntesis y abramos otro, como quien sueña con una España auténticamente democrática. Pero ahí de tantos y tantos, que los deslumbró el vellocino de oro, cuando lentamente empezamos a oler a podrido y las manos se hundirían en el hoyo corrupto o en la irrupción de un urbanismo paleto, sin una buena planificación, pobres pueblos convertidos en una larga agonía, ante la inexistencia de una planificación. Bella es la urna, aliento de un proceso democrático, ahí donde depositamos nuestras ideas, dejamos en otras manos nuestros ideales. No los manchéis, porque, en esas paredes de colegio, duermen las palabras de los niños y también nuestros sueños de una España más limpia.

 

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