Debo confesaros de nuevo que sigo siendo un tipo con suerte. Hoy iba camino de la Asamblea y en un rincón de Mérida me encontré a cuatro trabajadores autónomos hablando de sus vidas. Y mira por donde pasó alguien que a partir de unas semanas va a tener que ver con sus vidas. Y me quedé un rato. Y llegué tarde a la siguiente cita. Pero aprendí. Ese será uno de los cambios en mi actitud y en mi actividad cuando sea presidente, si así lo deciden los diputados y diputadas. Que mi agenda no la llenen los correos pidiendo entrevistas, los actos oficiales ni los que saben como llegar arriba, porque arriba va a dejar de estar lejos. Reservaré una parte muy importante de mi tiempo para estar con los que nunca saldrán por la tele sentados en el despacho del presidente. Me atrae mucho poder sentarme con ellos en su despacho , que seguramente será un banco en la plaza pública. No me llamen demagogo. O sí , que lo hagan, pero la verdad es que se acabó el tiempo en el que sólo había tiempo para los que tenían la exclusiva del tiempo.
Hoy estuve reunido con CIUDADANOS. María Victoria Domínguez y yo somos amigos hace años. Pero eso da igual. Lo importante es ser capaces de entender que la política no necesita de amigos pero tampoco de enemigos. Que nos podemos poner de acuerdo si entendemos que la vida nos pide que nos salgamos al encuentro. Y que debemos compartir las prioridades. Esa es la clave. Saber lo que la sociedad necesita de nosotros. Y buscar aliados para conseguirlo.
El domingo pasado, mientras volvía de mi querida Olivenza, se me encendió la alarma de las pastillas de freno. Y hoy he ido a un taller para cambiarlas. En la puerta me encontré con un trabajador que se bajaba de su furgoneta. Lleno de pintura en sus brazos y en su mono. ¿Eres Guillermo? Déjame que te pueda saludar. Le contesté con lo que me salió del alma. Nos dimos un abrazo eterno. No sé como se llama pero sí se que lo que me dijo le da sentido a todo.