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Éxito de artistas cacereños con MC, MANCO, MANCHEGO ..y bipolar…

CULTURA
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¡Qué espectáculo más alucinante, a base de un constante pulso del escritor español más celebre, pero redivivo Miguel de Cervantes con su doble quijotesco, tan combativo como él. El protagonista, Chema Pizarro, actor cacereño la mar de expresivo no solo oral sino también corporalmente, se quijotizó frecuentemente a lo largo de la obra.

Comienza dormido sobre una montaña de libros, mientras acompaña su sueño de cuatro siglos una bella música debida a Cloé Bird, pero enseguida comienzan a oírse unas voces disonantes que le despiertan y a las que él manda que se callen. Y enseguida él intenta escribir algo, apoyado en su débil brazo, pero desiste y baja repasando  distintos libros esparcido por la escena, la mayoría de ellos novelas de caballería, que él en principio desprecia, pero que después parodiará y sublimará con su inmortal Quijote.

 

         M.C se transmuta en su quijotesco personaje hasta el punto que no se sabe si habla el escritor o el protagonista de su gran novela caballeresca, produciéndose un constante trasiego tanto de personajes como de costumbres del siglo de Oro al actual: estos aparentes anacronismos (Cervantes hablando por teléfono, sonidos de mensajes “guaseados”, etc,) despiertan la hilaridad del público: hubo mucha parodia literaria y social, teñida con la muy cervantina ironía, que hacía muy agradable y vivo el curioso espectáculo.

 

         El versátil monologuista Chema Pizarro suscitó no solo reiteradas risas del abundante público, especialmente con su desastrado atuendo renacentista,  sino también con los graciosos visajes de sus ojerosos ojos y su triste figura, que se contorsionaba en el desordenado Palacio del desasosiego,  retorciéndose  por el suelo cuando no acudían a él las musas, a las que él invocaba insistentemente: por cierto en ese momento la música excesiva tapaba un poco su dasasosegado monólogo; oíanse  también de vez en cuando voces en off que le intranquilizaban aún más.

 

          El dramaturgo J. P. Cañamero debería unificar más la obra, suavizando la aguda bipolaridad del protagonista, quizá sacando a su realista e inseparable Sancho Panza; así como  el director Francisco Quirós sosteniendo algo más el ritmo que decae a la mitad de la obra y  controlando más la bella pero excesiva música de la compositora Chloé Bird. Ellos y el resto del buen equipo de la recién creada compañía extremeña Humoreamore salieron justificadamente al final a recibir la larguísima ovación, salpicada de entusiastas bravos de parte de unos paisanos, que veían triunfar en su propia tierra a un osado e ilusionado equipo de teatreros con un nada fácil pero brillante estreno.


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