Con Gerardo Antón Garrido, alias “Pinto”, valeroso y heroico guerrillero antifranquista del pueblo cacereño de Aceituna, coincidí un par de veces después de su obligado exilio en territorio francés. En una de ellas, me habló sobre los sucesos del 6 de agosto de 1946, cuando él se libró por los pelos de la masacre que la contrapartida franquista cometió en el paraje de “Los Canchales de Ramos”, en términos de Pozuelo de Zarzón, jornada en que fue aniquilada la partida guerrillera de “Compadre” (Celestino Martín Pérez). Entre aquellos robledales y riscos de las estribaciones de la sierra de Dios Padre, fueron acribillados los cuerpos de cinco guerrilleros y los enlaces de los pueblos de Santacruz de Paniagua y El Pozuelo. Gerardo escuchó los disparos y las explosiones de las bombas de mano. Estaba a un kilómetro escaso de la tragedia. No pudo dar el aviso.
“El día ántih -me contaba mi amigo “Pinto”- habíamuh ehtau cuatro o cincu guerrilléruh, que no teníamuh ná de bandoléruh cumu dicían loh fahcíhtah, comiéndunuh una borrega machorra en la güerta de Primitivu Cabezalí, que, pa suh aéntruh, era republicanu de izquierda, cumu eran cuasi tóh los “Cabezalí” de Santibañi. Había muchu mieu y moh ayuaba a ehcondíah, sin que se enterara naidi”. Se refería Gerardo a Primitivo Cabezalí Domínguez, hermano de mi abuela paterna, llamada Feliciana, y que poseía unas fincas por los términos de “La Güerta de San Pedru”, junto a la Rivera del Bronco. A mi tío-abuelo le decían “Ti Primitivu el Güerteru” en el lugar. Había nacido a la vez que veía la luz el célebre arquitecto alemán Adolf Abel, el 27 de noviembre de 1882, y se casó tres veces. Ernesto Casas Corrales, emérito profesor y paisano de Ti Primitivo, le describía en una crónica como “alto, espigado y juncal. Conocía como ningún otro el secreto de las hortalizas. Sus productos causaban la admiración en los mercados de los martes, en Plasencia. Era un Séneca extremeño y un trabajador infatigable”.
De este mi tío-abuelo guardo neblinosa y deshilachada memoria. Recuerdo haber ido con mi padre a su casa algunas noches. Vivía, entonces, con su tercera mujer, Tomasa Calle Caletrío. Me regalaba sandías y melones. En cierta ocasión, mi padre y él hablaron de un familiar que habían fusilado los sublevados. Ti Primitivo soltó algo así como: “Mira sobrinu -dirigiéndose a mi padre-, a Patru lo matarun cuatru golósuh y envidiósuh de la derecha. ¡Ay que sel dehgraciau y criminal pa dejal a una mujel sin amparu y con treh híjuh pequeñínuh!” Más tarde sabría que aquel Patru era Máximo Patrocinio Cabezalí Moreno, sobrino carnal de mi tío-abuelo y primo hermano de mi padre, condenado a muerte y fusilado por los franquistas por el simple hecho de ser un dirigente del Frente Popular. Jamás había matado a una mosca. Dejó viuda y tres hijos de corta edad.
Mi tío Primitivo, hijo que fue de Ti Miguel Cabezalí Hernández y de Ti Lucinda Domínguez Álvarez, vivió con gran amargura la orfandad en que quedaron los hijos de su sobrino. Igual les pasaría a los familiares de los 114.000 españoles que, según Amnistía Internacional, fueron asesinados durante la Guerra Civil y el franquismo. Hoy, cuando escribo estas líneas, el calendario marca el 30 de agosto, domingo, señalado como el “Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas”. Tanto Amnistía como Rights Internacional, así como la ONU, han significado, ante el caso omiso a sus demandas, que el Gobierno actual de España ha escogido olvidar a las víctimas para proteger al franquismo y a los protagonistas de la dictadura que permanecen con vida. Estas instituciones hablan de desapariciones forzadas, en las que el Gobierno del PP ha hecho poco o nada para restablecer los derechos a la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas, pese a ser instado a ello repetidas veces.
Sabido es que España, junto con Camboya, está a la cabeza de los países del mundo con más fosas comunes. Esto lo han dicho muy alto y claro Jueces por la Democracia, a la vez que han añadido que nuestro país ocupa el primer lugar con mayor número de personas víctimas de desapariciones forzadas cuyos restos no han sido recuperados ni identificados. Para mayor desvergüenza, surgen, de vez en vez, algunos cachorros ya con el colmillo retorcido del Partido Popular que ironizan frívolamente con un tema tan serio y tan digno de respeto como el de las víctimas de la dictadura. Así, el vicesecretario general de Comunicación del citado partido, Pablo Casado Blanco, el que dijo en su día que “no idolatraremos a asesinos como el Ché” o que alentaba a luchar “contra la herencia de Mayo del 68 por ser uno de los períodos más perniciosos que tiene la Europa Occidental”, no se sonroja al llamar “carcas” a la gente de izquierda y a los familiares de las víctimas porque “están todo el día con la guerra del abuelo o con las fosas de no sé quién…” ¡Vaya con aquel que, a tenor de lo que cuentan, respondía muy altanero cuando le recordaban su pasado ultra, vociferando: “¡Claro que sí, ultra-liberal, ultra-liberal, que no te enteras!” Muy gallo peleón en las tertulias en que aparece, pero seguro que no se atrevería a decírselo, si viviera, a Primitivo Cabezalí, el nieto paterno de Ti José Cabezalí Montero y Ti Catalina Hernández Esteban, al que, aparte de un sobrino, también tuvo otro familiar, valiente capitán del famoso Quinto Regimiento republicano (Máximo Cabezalí Paniagua), asesinado en el campo de Dachau por los nazis, en diciembre de 1942. Y pariente era también de José Cabezalí González, el último aviador republicano, que falleció en enero de 2011 y que fue sometido a torturas y vejaciones mil al caer prisionero cuando la guerra civil estaba tocando a su fin.
Estos que hoy se llaman andana y no oyen y no porque estén sordos están más atentos a sus desafueros, como la implantación de la “Ley Mordaza” y a la Reforma del Código penal (la ONU urge al Gobierno que las retire cuanto antes), que a los temas relacionados con la Ley de Memoria Histórica. Más diligentes para recibir a los suyos, aunque estén hasta el gorro de mierda, en sus propios despachos en los Ministerios, que a apoyar la entrega de jerifaltes franquistas, tal y como exige la Justicia argentina. Más dispuestos a zancadillear o a contaminar la judicatura (según sople el viento) que a la luz y a los taquígrafos (casos Bárcenas, Gürtell o Púnika). Más resolutivos a la hora de usar la vara de medir, rasgándose las vestiduras cuando la líder de Vox en Cuenca recibe una paliza que, desde estas líneas condenamos radicalmente, pero mudos como piedras cuando la extrema derecha ejerce su violencia física sobre jóvenes de Toledo, el País Vasco o Talavera de la Reina (hay quien dice que en el PP entraron a puñados gente de Fuerza Nueva y otros grupúsculos herederos de las milicias parafascistas de la dictadura)… ¡Pues ojo con pisar la raya roja (que nada tiene que ver con los rojos o rojillos)! En estos días, no nos queda otro remedio que recordar la vigencia de aquellas palabras del demócrata estadounidense Henry A. Wallace: “El fascista moderno preferiría no utilizar la violencia. Su método es envenenar los canales de información pública”. Pues parece que los actuales fascistas y los aspirantes a ello hacen a pelo y a lana: envenenan y fustigan con el látigo.
Fue un día de San Metrófanes y San Optato cuando una nefritis aguda apagó para la eternidad el pabilo de la vela de Ti Primitivo “El Güerteru”. Ya había pasado de los ochenta y hacía un par de días que habían terminado las ferias del lugar. En su huerta había dado cobijo y alimentado a varios guerrilleros antifranquistas. Pero seguro que a quienes jamás ampararía en aquellas casetas de moleñas y les ofrecería el guiso de una borrega machorra sería a aquellos que se escandalizan de que Manuela Carmena, la alcaldesa de Madrid que a escobazos anda limpiando la mierda acumulada en su consistorio, se gaste, junto con otras siete amigas, 4000 euros (a 500 euros por moño), pagados a escote y religiosamente de sus bolsillos, por el alquiler semanal de un chalet durante unos días de vacaciones. De esto se escandalizan los muy hipócritas, pero no de los miles de millones robados por los suyos o de los 130.000 euros gastados por la ciudadana Leticia Ortiz Rocasolano, reina de España, en vestidos y joyas en un solo año. Descanse en paz Ti Primitivo Cabezalí, el nieto materno de Ti Manuel Domínguez Corrales y de Ti María Álvarez Dosado. Él, como nosotros, sabía perdonar, pero no sabía olvidar. De ello se hacía cargo el dramaturgo irlandés Óscar Wilde: “Perdona siempre a tu enemigo; no hay nada que le enfurezca más”. Y también el filósofo Jorge Santuyana: “El pueblo que olvida su historia, está condenado a repetirla”. Por ello, perdonar, sí, pero jamás olvidar.