LA PELÍCULA DE LA CULTURA

Ayer en la 2, antes de comenzar la película «Mi amigo Mr. Morgan», el gran actor Michael Caine,
protagonista indiscutible de ella, citaba a John Huston (otro grande): -«una vez le preguntaron: maestro,
¿cuál es la clave para ser un buen director?». -«El reparto, siempre el reparto-» Lo traigo a colación en este artículo que quiero hacer sobre la cultura. Aquí y ahora. Y ustedes verán por qué.

 

Muchas cosas han cambiado en nuestra realidad desde antes de ser conscientes de la crisis
económica que nos aquejaba. Una de ellas es la cultura. Así, dicho a lo grande. Nada ha vuelto a
ser cómo era. El precepto, por el cual la cultura no puede ser entendida como un elemento elitista
o de prestigio, sino como un derecho fundamental de los ciudadanos, recogido en la Constitución
y el propio Estatuto de Autonomía, ha hecho aguas por todas partes. Poco queda de la creencia
en ella como elemento imprescindible para el desarrollo integral de la persona. Y si me apuran,
añadiré que a casi nadie le importa. La universalización del acceso a los bienes culturales es un
paso imprescindible hacia la conquista de mayores cotas de libertad, pero hablar de ello en un
momento en el que sigue siendo muy elevado el paro y con una reforma laboral tan contraría a la
independencia de criterio individual es ganas de hacer utopías sin tino. Por más que se diga que
la industria cultural existe y da puestos de trabajo.

Y sin embargo, la cultura no puede permanecer aislada y encerrada, sino que debe ser un
organismo vivo en el que todos participemos. En Cáceres así fue en otro tiempo, aunque muchos
hagan por no recordarlo. Cáceres fue capital regional de la cultura y hasta me atrevería a decir
que fue considerada rival importante en el concurso de capitales europeas, concurso desenfocado
que no cubrió las expectativas de nadie, pero que sirvió para que durante una época los
extremeños creyeran en nosotros como avales culturales de la Comunidad y nuestra ciudad
tuviese verdaderas actividades creadoras.

Cáceres se ha dejado arrebatar muchas cosas en los últimos tiempos, una de tantas el
protagonismo cultural. Y no debiera haber sido así si hubiera contado con un buen «reparto» en el
Ayuntamiento. Y con un buen liderazgo desde allí. Porque posee un patrimonio muy importante
para poner continuamente en valor y sobre la mesa. No lo ha hecho en los últimos cuatro años y
bien que nos pesa a muchos.

Me contaba una amiga que había asistido a unas clases en la Casa de Cultura de Rodríguez
Moñino, la decana de las casas de cultura en los barrios de la ciudad y que nosotros, en la
legislatura 2007/2011, arreglamos con tanto mimo. Me contaba lo preciosa que estaba y lo
rebosante de actividades. Me decía lo orgullosa que yo debiera estar porque ayudé, (ayudamos),
a hacer en el día a día democracia a través de una cultura para todos, participativa e integradora,
que forme individuos cultos, libres y solidarios. Ahí es ná.

Habría que volver a recuperar muchas dosis de entusiasmo en esta dirección. Ya vale de
festivales benéficos, de eventos deportivos benéficos, de cenas y galas de relumbrón. La ciudad
como punto de encuentro en su hermosa plaza, pero no imitando a los pueblos que tienen su
propias riquezas y peculiaridades y si como capital de la pluriculturalidad y el mestizaje, conceptos
ambos que deben dejar atrás al viejo y atrasado «Cáceres de toda la vida» con el que durante
demasiado tiempo muchos se han recreado, perdiendo el tren del futuro.

Una persona muy influyente en amplios sectores de la ciudad me preguntó una vez: «¿usted no
habrá trabajado tanto para que se lo agradecieran, no?.» «No, le contesté. Pero tampoco para que me abofetearan.»

Señores, se trata del valor del «reparto» en la película. Recuerdan? Lo dijo el director de «La reina
de África», «El halcón maltés», «El honor de los Prizzi», «Dublineses» (entre otras). Y digo yo que
algo sabría.