Cuando mi madre veía algún reportaje sobre «los niños de la guerra» siempre decía: «Yo, ¿dejar
marchar a mis hijos y no saber si volvería a verlos? Nunca. Aquí, todos juntos y que fuera lo que
Dios quisiera..»
Hablaba de aquellos viajes de pequeños a Rusia, y otros lugares, que la República organizó para
sacarlos de una España en guerra civil y salvar sus vidas. Tal como desembocó el conflicto,
algunos regresaron entre los años 1956 y 1959, pero otros solo volverían a pisar suelo español
siendo mayores de edad, algunos bastante mayores, total o parcialmente desclasados de sus
orígenes.
¿Que es primero, el individuo o el grupo?¿el huevo o la gallina? A mis alumnos les enseño que la
unidad, la condición de unicidad, son básicas para la construcción de toda la serie de números
naturales, porque no hay cantidad de objetos si no se cuenta con, al menos, uno de ellos. La
importancia del contar es clara. Contamos cuando se tienen cosas para cuantificar.
En la Conferencia Política del fin de semana pensaba yo en ello, viendo cara por cara y en su
conjunto a tantos compañeros, serios o sonrientes, perspicaces, francos, secos o cariñosos.
¿Hacia dónde vamos? Pues no lo sé. A la supervivencia, supongo. Tragedias como la recién
ocurrida en Francia, nos colocan ante la realidad de que cualquiera, que lo intente, puede poner a
los humanos en situaciones de indefensión absoluta, por mucho que pregonemos la importancia
de la unión entre países y la fuerza de la democracia.
Un hecho de estas características hace resaltar los preceptos de seguridad por encima de todos
los otros (el de libertad, incluído) y por ende la conciencia generalizada de que sólo defienden a
sus ciudadanos los gobiernos que imponen, vigilan y controlan. Gobiernos conservadores, en
suma. No es del todo cierto: hace algunos años, José Borrell dictó una conferencia en el Ateneo
de Cáceres acerca de si es mejor o peor, para la seguridad patria, que los Estados tengan, o no,
ejército. Borrell, una de las personas más inteligentes que conozco, defendía que sí. La
controversia, como pueden ustedes imaginar, fue de órdago y continuó apasionada, durante la
cena, acabando en victoria absoluta para sus tesis. Y allí vimos, entonces, a viejos radicales de
izquierda dándole la razón. Convencidos, al cabo, de que la tenencia de un ejército es un método
preventivo.
Pero debemos no creernos del todo la propaganda desplegada por los Gobiernos. Hay cosas que
al pueblo no se cuentan, en todo este ritmo de acciones internacionales. Los complejos Tratados
entre naciones y la economía de cada país tiene mucho que decir al respecto. América sigue
siendo el líder. América tiene su propia trayectoria. Como Rusia.
En los pequeños espacios también los emulamos. Cada cual en su parcela, cada quien
doliéndose de lo suyo. Es curiosa la tardanza con la que comprendemos, de verdad, el dolor
ajeno. Es cierta la soledad que sufren siempre las víctimas, pasados los primeros instantes del
«floreo» solidario. Cuánto mayor es el número de manifestaciones de repulsa a la conducta de los
maltratadores, mayor es (de momento) el número de muertes de mujeres, parejas o ex parejas de
ellos. Es esa debilidad femenina la que sobrecoge. ¿Hasta cuándo?
¿Avanzamos? ¿Realmente avanzamos? O ¿caminamos en círculos sin posibilidad de salirse? En
1883 el barrio de Aldea Moret pedía al Ayuntamiento de Cáceres una vía de comunicación que lo
uniese a la ciudad, y no el camino peligroso por el que discurrían los mineros cuando querían
llegarse a ella. Alegaban la riqueza que producían. Hoy, la globalización no distingue de
especificidades, ni en vestidos, ni en conductas. Todos con el «uniforme» de moda, en credos y en
símbolos. A veces veo la trampa mortal en la que todos hemos caído, por la necesidad de los
humanos de no sentirnos solos. Siempre he dicho que lo que más seabandonan las responsabilidades, no es el coche oficial, son los equipos.