La profesión taurina tiene una serie de escalones, tales como: “maletilla,”” torerillo de capea”, “subalternos, “novilleros”, “matadores”.
El primer escalón de la misma, es el de maletilla. Profesión, difícil y amarga. Vive como el partisano, sobre la tierra, al margen de la vida social. Hoy, a Dios gracias, casi desaparecida del planeta de los toros, y todo ello, por gracias al resurgir de las numerosas Escuelas Taurinas, creada por Decreto del Rey don Fernando VII, en l83O, en Sevilla. Donde se forman a los jóvenes que han decidido esta maravillosa y difícil profesión, como es la de ser torero.
Olvidando aquello de que el torero nace y no se hace. Yo soy de los que creen ciegamente en las Escuelas Taurinas por la gran cantidad y calidad de lecciones prácticas y teóricas que reciben de los profesores de la misma, los jóvenes toreros.
Lejos han quedados en que el hambre y la miseria eran el signo de muchos jóvenes procedentes de clases económicamente débil y con una gran afición que, deseaban ser como las grandes figuras de la tauromaquia, no tenían otra alternativa que ser “maletilla”, o sea, aprendices de torero. Actuaban en tentaderos y capeas por nuestros pueblos, a la espera de que algún mecenas se fijara en ellos para más tarde ponerlos en festejos de mayor importancia y de esta manera poder tener poco a poco un nombre dentro del mundo taurino.
¿ Pero quiénes son esos ilusos soñadores de alcanzar gloria, fama y dinero ?. Mi curiosidad era saber de qué vivían estos jóvenes, gloria de tropa andante por esas carreteras, con su hatillo al hombro, iba cruzando los caminos en espera de un festejo que sea su oportunidad. Cuando el hambre llamaba a la puerta de su estómago y no había nada de poderse llevar a la boca. Robaban algunas gallinas, tomaban frutas de los huertos cercanos del pueblo, para poder subsistir. Después de una larga caminata, las fatigas les vences, se tienden a dormir a la vera de la ruta, o en algún cobertizo. Junto a él, descansan y duermen sus más preciados tesoros: el” hatillo” formado por el pañuelo de cuatro nudos que contiene la vieja capa, la muleta y el estaquillador. Tal vez una muda de ropa, el botijo y poco más-
La gloria de los maletillas esta en las plazas de carros de los pueblos, al final pasaban el capote para obtener algunas monedas.
He conocido a varios maletillas, gente romántica con los que nunca pueden desaparecer el toreo. Unos han muerto, caso de “Cantarito”. “El Maño”, “Ferroviario”, otros viven, pero el más famoso es “Conrado”, que acampa por Ciudad Rodrigo (Salamanca), natural de Zamora y vecino de la Ciudad Mirobrigense, con unos chenta y dos años, pelo blanco y la piel ennegrecida de todos los aires y de todos los soles del campo y de los caminos. No fuma ni bebe y come lo justo para sobrevivir. Actualmente es el decano de los “maletillas”, su campo de acción es por los pueblos de la Raya, donde aun pueden darse unos cuantos capotazos y muletazos a toros pasados de edad y kilos, esa es su meta. Yo me aprecio de ser amigo suyo. Al igual que El Viti, Andrés Vázquez Y Cesar Jiménez. Aunque sea un poco vanidoso por mi parte, creo haberlos ayudados en varias ocasiones, no tanto en lo económico; pero si , en solucionarlos algún que otro problemas de la Seguridad Social e incluso con el “fisco”.