Sumidos en la desembocadura de la cosa pública, en las palabras que los políticos dejan en nuestras retinas y oídos, asistimos, una vez más, a quienes regirán la gobernanza de los cercanos comicios, a este carnaval donde se disfrazan, con sus discursos, para regir, de un modo u otro, el destino de la Vieja Iberia, tras dejar, una vez más, un eco de palabras acarameladas para auparlos a la peana del poder, gracias a la papeleta que dejamos, como un mensaje, afirmativo o negativo, en las huchas, mágicas urnas donde, secretamente, “habla” la papeleta.
Oh, las urnas acogen, silenciosamente, el deseo ideológico de los ciudadanos. Sí, la aritmética que convertirá al político en una escalera hacia el poder. Como siempre, esa cajita mágica de la “tele”, cambiará los destinos de un pueblo. Ya, en la Antigua Grecia, se usaba el método del voto y, hacia 1465, gracias al papel, se otorgaba el poder en la corregiduría de Toledo.
Estamos sumidos en pleno desarrollo electoral, como si quien nos gobierne nos dejará en la vía deseada, tiempo electoral de a quién o a quiénes debemos otorgar nuestro “sí” o nuestro “no” o, simplemente, sentirnos indiferentes y votar en blanco. El “meeting” nacería en Inglaterra para reclamar el derecho al sufragio, y hasta el agitador Cobbeh utilizaría el primer periódico libertino para movilizar las masas y, otro tanto, haría Watson, desde lo alto de un automóvil, para arengar a las muchedumbres. Por algo, “meeting” significa en castellano encuentro. Aquellos mítines de los movimientos obreros ingleses duermen el sueño de las hemerotecas. Para sus discursos, Churchill utilizaría la radio y, en 1940, ganaría unas elecciones.
Y quién o quiénes no han visto publicada la gran imagen de Gil Robles, en la madrileña Puerta del Sol: “Jefe, jefe a por los 300” diputados a Cortes; y su imagen arrastrada por las turbas enemigas la noche del 16 de febrero de 1936, ante el triunfo del Frente Popular.
Y los que estrenamos la Democracia abrimos nuestra mirada de curiosidad – cerrada la era del franquismo – y seguimos los anuncios desde la publicidad en los diarios, el sonido monótono en los altavoces de los automóviles o las arengas a la masa en las plazas de toros, iconografía y nombres que aún perviven en la lontananza de nuestra memoria. Somos hijos de una época y, a pesar del tiempo transcurrido, esas imágenes – todo se vive muy deprisa – ya están prendidas, color sepia, en el ocaso de nuestras vivencias.
Estamos en otra era: la digital. Vamos, en la influencia y soberanía de la imagen. Ahora, el ruedo político está ausente de palabras y los mano a mano de los líderes políticos, son ya sueño del pasado y, el hoy, hasta nos paraliza nuestra vida, ante el debate, por ejemplo, entre Rajoy y Sánchez, examinado con lupa. Su debate ante las cámaras, se examina minuciosamente, hasta el detalle más insignificante, como sucede o ha sucedido con otros seis mano a mano presidenciales. Y qué decir de los presidentes norteamericanos, ingleses, franceses…, hasta los seis enfrentamientos televisivos de nuestra democracia. Tanto los de González y Aznar, ya están muy lejanos y hasta nuestro cabello se ha plateado.
El viejo mitin ha muerto… y los contrincantes dependen de su imagen en la televisión; y de “dar bien o mal” en el ruedo cuadrangular de la pantalla, depende parte de su triunfo y, por tanto, de que nosotros difuminemos nuestras dudas.