Cómo ha mantenido el famoso Steve Holl llamado el arquitecto anti-estrella:“Las ciudades son hoy, los grandes artefactos de nuestra civilización. Las tenemos presentes en todo momento y a la arquitectura que, como la música, nos ha rodeado siempre”. Con esta frase queremos recordar que Extremadura tiene grandes tesoros que no se conocen suficientemente.
Uno de esos tesoros es la ciudad de Plasencia, en la provincia de Cáceres, que conserva gran parte de su arquitectura de todos los tiempos. Fue fundada por el rey Alfonso VIII que le otorgó un Fuero semejante al concedido a Cuenca, con unas reglas de convivencia en aquellos tiempos en los que la población estaba formada por moros, cristianos y gentes de otras tierras y religiones.
Al entrar en la ciudad, bañada por el rio Jerte, nos encontramos con varias iglesias de interés cultural. La más antigua es la iglesia de San Pedro con una portada de arco sencillo. Otra belleza es la iglesia de San Martín, románico puro que se ha incorporado como ejemplo en varias historias de la cultura por la particularidad de sus arcos de medio punto.
Es la única ciudad del mundo que tiene dos catedrales. La de Santa María que se inició en el siglo XIII y la “nueva” que se levantó en el XV, sin derruir por completo la antigua. Un grandioso monumento de características especiales por su fachada plateresca. En su construcción trabajaron acreditados arquitectos, entre ellos el gran Enrique Egas. Más tarde, hacia 1513 intervinieron otros grandes profesionales: Juan de Álava y Francisco de Colonia.Según las crónicas, su relación no fue muy cordial por lo que al fin queda encargado definitivamente Juan de Álava.
Adosada a la catedral se encuentra una torre de estilo románico con detalles góticos. Aún se conservan las viejas campanas, la más antigua es la llamada “maría de la O», muy orgullosa de su entidad. Una inscripción decía:»María de la O me llamo, cien quintales peso y quien no me crea, que me coja en peso, de una vuelta por la ciudad, y vuelva a colocarme en el mismo lugar»
Al contemplar la belleza de la catedral, nos preguntamos, qué perfección profesional debieron tener aquellos arquitectos, cuantos obreros necesitarían para su construcción y los que perecerían al trabajar sobre los precarios andamios de la época. Pero el espíritu se eleva cuando estamos ante el retablo y se percibe el silencio al asistir a algún acto de liturgia con las vibraciones del magnífico órgano.
El gran filósofo Adorno nos habla de la sensación estética y de sus diferentes momentos. Beethoven comentó al terminar su obra Apassionata que su composición seguramente sobreviviría al menos diez años, sin embargo Stokchausen, compositor de música electrónica siempre ha dicho que algunas obras impactan solo en un determinado momento. Decimos esto porque la esencia del arte de la catedral de Plasencia se ha conservado durante siglos. Todo es grandioso, pero a medida que se visita una y otra vez recibimos una sensación distinta, más profunda, disfrutando del entorno.
La sillería del coro es admirada en la actualidad. Los visitantes aprecian sus bajorrelieves y calados. Es de estilo gótico flamígero con hermosos calados, y encajes muy delicados en los extremos. Los respaldos de las sillas se rematan con un jarrón de azucenas. La silla central se destina al asiento del Obispo y las dos de los lados están dedicadas a los Reyes Católicos.
Las tallas tienen imágenes de animales, centauros, dragones y jabalíes. Abundan las sátiras antimonásticas, posturas grotescas e impúdicas que al parecer ocasionaron disgustos al artista. Hay que advertir que importantes profesores de arte de Estados Unidos, Canadá y Francia han visitado el coro y tras estudiarlo a fondo hicieron notables elogios de su majestuosidad. Los turistas sienten, según manifiestan, verdadera emoción ante estas obras.
En cuanto al Órgano, fue construido en 1920 en Azpeitia y trasladado en 1948 al sitio en el que está en la actualidad. La catedral ha tenido siempre excelentes músicos que dieron solemnidad al culto. En el archivo se conservan partituras originales de los titulares como Juan Francisco Fabri y una magnífica colección de libros corales en pergamino.
Obra realmente importante es el claustro, románico en sus columnas y capiteles y gótico en los arcos y bóvedas de crucería. Tiene forma rectangular, aunque muy diferente en sus cuatro partes, el primer tramo tiene cinco arcadas, el segundo y tercero tres cada uno, de distinta anchura y el cuarto tiene cuatro arcadas.
En fin, es un tesoro, como tantos otros que conserva Extremadura. Un gozo para el espíritu. Hay que recorrer cada ciudad de esta tierra y disfrutar de sus monumentos. Visitar Cáceres, Trujillo, Zafra, Guadalupe. Monasterios, castillos, iglesias y catedrales nos llenan de emoción. No es un mensaje publicitario, es una realidad comprobable.