Mierda… o la mala educación cívica de los animales

Le estoy sinceramente agradecido al diario  Digital  Extremadura” —www.digitalextremadura.com— por la oportunidad que me brinda de formar parte de sus firmas de opinión. Sobre todo porque la temática es, y cito, “… absolutamente libre”, lo cual merece un especial reconocimiento por mi parte a su Editor General. Dicho esto, comenzar estos artículos con un título como el que propongo tal vez resulte temerario y provoque en el mismo editor que me ofrece su columna alguna urticaria comprensible. Ojalá que sea leve y pasajera, pero entiendo que el tema a tratar es lo suficientemente importante para la ciudadanía como para que me permita el lujo de remover consciencias.

 

Como cada día hoy atravesaré al menos por dos ocasiones un pequeño parque que se encuentra justo delante de mi lugar de trabajo. No es muy grande, pero dispone de todas las características que permiten identificarlo como tal. Entre ellas se encuentran las mierdas de perro.

 

Reconozco que soy lo suficientemente ágil con los pies como para esquivarlas. Sin embargo, esta circunstancia se complica cuando el paseo de ida y vuelta se realiza con la compañía de niños de corta edad. En este caso los progenitores debemos realizar auténticas proezas para evitar que nuestros hijos tropiecen, pisen, pateen o, en el peor de los casos, quieran coger los excrementos de los animales que decoran las zonas peatonales del parque.

 

No me quejaré de lo desagradable que resulta tener que limpiar esas bascosidades de las suelas de los zapatos de uno mismo o de las manos de tus hijos, pero sí que incidiré en las consecuencias antihigiénicas y los peligros para la salud que este hecho pueden llegar a provocar.

 

No tengo datos estadísticos para demostrarlo —lo cual seguramente le quita fundamento a la siguiente afirmación—, pero estoy seguro de que un porcentaje muy elevado de los perros que defecan en el parque —y como en este en todos los lugares públicos de nuestra geografía— lo hacen en compañía de sus dueños. No me entiendan mal, no insinúo que los dueños hagan también sus necesidades junto a sus perros. Estos animales, me refiero a los dueños, no tienen tan mala educación cívica como para actuar así, tan solo digo que no entiendo como no se les cae la cara de vergüenza cuando comprueban que su animal, ahora sí es el perro, excreta en un sitio público y no se dignan a recoger su mierda.

 

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