DE HÉROES Y HOMBRES

Veía yo la película «Max Manus», sobre la vida de este héroe de la resistencia noruega
contra los nazis, en la segunda guerra mundial, y no podía menos de comparar su arrojo y
compañerismo con los de ahora. La figura, evidentemente realzada por el director, habla
de pasión y entrega, aún no disimulando las debilidades del hombre, en momentos muy
difíciles donde la vida estaba en continuo peligro, lo cual le da mucho más mérito a su
quehacer. Como ahora, vaya.

Mi abuela y mi abuelo se casaron porque así lo acordaron las familias. Ella era muy joven,
tenía 18 años, él un poco mayor; ella era extrovertida y alegre, él muy callado y serio. Y se
casaron y tuvieron cuatro hijos, la más pequeña mi madre, que vino a este mundo cuando
la suya era considerada, entonces, «vieja» para ello, y fue la benjamina de una familia
unida y generosa. Hoy sería imposible un matrimonio acordado así, al menos tan
explícitamente, porque la vida y las relaciones han tomado nuevos giros, al menos en
apariencia, y la ínterconectividad posible entre redes inunda las relaciones personales y
permite mil contactos donde antes sólo era factible uno.

En los años que pasé en el Parlamento español como diputada era costumbre repasar las
leyes y normas españolas a la luz de los dictámenes comunitarios. La secretaria del
grupo, a la sazón María Teresa Fernández de la Vega, me lo decía siempre, yo llevaba
asuntos de I+D y de Medio Ambiente, con lo que la actualización era necesaria y continua.
Lo he recordado ahora, bajo el impacto aún de la decisión inglesa de abandonar la Unión
Europea y entiendo el desánimo de Felipe Gonzalez ante la misma porque fue uno de los
líderes que más hizo por lograrla.

No creo, sin embargo y es mi humilde apreciación, que la sangre llegue al río totalmente
porque Europa somos y el mundo globalizado está, así que solo es menester que por una
vez los responsables correspondientes estén a la altura de las circunstancias y hagan
virtud del pragmatismo comercial y otros intereses al uso.

La crisis parece haber trastocado todo, o dado alas a cuestiones que en otras
circunstancias no serían confesables. Ello es así y habrá que tratar con ello. De la
ambición legítima de la excelencia en los quehaceres se ha pasado a una especie de
ópera bufa donde casi nadie dice lo qué piensa, a remedos de falsa solidaridad, a
beaterías de salón sólo creíbles para los muy neófitos. Yo siempre digo que al ignorante
hay que perdonarle las tonterías, pero al que se lo hace no, porque une la picaresca al
engaño y finge ser lo que no es, lo cual significa doble «delito».

Pidamos responsables con sentido de la justicia, amigos, si es que tienen que existir los
responsables, pero también con sentido de la indulgencia hacia las acciones de los otros
en vez de ánimo inquisitorial y destructivo. De aquello de «…nada humano me es ajeno»
podrían surgir miradas inteligentes y constructivas que reúnan los trozos que algunos
dispersaron por el mundo. Y no me refiero sólo a lo ocurrido días pasados con el ya
histórico referéndum planteado por David Cameron.