De todos es conocidos mi admiración por Juan Mora. Es de los diestros que me suelo desplazar y hacer kilómetros para estar presente en los cosos que está anunciado su actuación, sin que me resulte esfuerzo alguno. Ya que es el torero capaz de interpretar el toreo como en la actualidad lo hacen pocos, por emocionar, por derramar torería de mucho quilate, con pureza, clase y elegancia.
Debo confesar, que aparte de estar convencido que es una gran injusticia no verle torear con más frecuencia, ya que nuestro paisano en sus actuaciones siempre tiene presente la perfecta trilogía taurina, donde el arte, el valor y la gracia se unen, para dar el triunfo de técnica y estilo.
Ha escrito, el comentarista taurino salmantino, Javier Lorenzo, de Juan Mora: “Ha sido capaz de parar el tiempo. Lo hizo una tarde de otoño en Madrid. Lo hizo en el mejor escenario aquella tarde mágica de octubre en Las Ventas, hace unos años y se convirtió en la principal novedad de los carteles del curso siguiente. Y luego llegó otra vez el olvido. Pero a nuestro paisano, ni le pudo una cosa ni la otra, ni le cegó la gloria ni pudo el olvido
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Ahora, con su medio siglo de vida cumplida y treinta y tres de alternativa. Sigue fiel a si mismo y se siente capaz de seguir reinventando el toreo con los argumentos más clásicos.
Días pasados, me sorprendió, por su reflexión, vertida en Burladero.com “La sangre derramada”. Extracto el siguiente escrito: “EN EL TOREO LOS TRIUNFOS SUELEN TRAER DIVERGENCIAS EN LOS GUSTOS, SIN EMBARGO, EN LAS COGIDAS SE CONVERGEN Y PARECEN COMO SI FUERA POSIBLE LA CAUSA COMÚN”.
Yo me pregunto: ¿Cómo podrá haber seres tan despreciables, descerebrados, sin conciencias y malas personas, que hayan escrito frases tan indignas, por todos ustedes conocidas?. Sobre el diestro VICTOR BARRIO , recientemente fallecido en la feria del ÁNGEL en Teruel ó los insultos pronunciados a la viuda del torero Raquel Sanz ? ¡Basta ya!.
La ovación más fuerte, espontanea, sincera y maciza, la consiguió VICTOR BARRIO, cuando iba a hombros de sus compañeros, camino de su última morada, en Sepúlveda. El cariño del pueblo segoviano y de los toreros quedó patente. Bastaba mirar en el entierro las caras de estos hombres que se juegan la vida cada tarde que torean. Tan apenados que hubieran inmortalizado con los pinceles los mismísimos Ruano, Llopis Canito para darle más gloria al torero desaparecido.