Hablar de San Sebastián taurinamente es como hablar de Madrid, así en lo que se refiere a la plaza (muy parecida a la de la Corte), como en la que atañe al público, entre el que figura la plaza mayor de la buena afición madrileña.
La bella Easo, “Sanse” o Donosti, como quiera llamarse, disponía de un coso: “El Chofer” se derribó, se quedó sin toros, pero por poco tiempo, por qué D. Manuel Chopera, levantó un moderno coso cubierto en Illumbe. Años después algunos políticos abolieron la Fiesta de los toros y dejaron de dar festejos taurinos. Ahota, con el nuevo consistorio vuelven los toros de la mano de Pablo y Óscar Chopera.
Antiguamente, no sé si ahora, comenzaba con cohetes, y las músicas recorren las calles el día antes y el mismo de la fiesta, este detalle resulta verdaderamente encantador. Otra nota pintoresca la ponen los aficionados franceses que asisten a los toros.
De muy lejanos tiempos, el día de corrida en Bilbao, muy de mañana se pueden oír los obligados zambombazos que dispara el popular Cotorra y animación, interminable delante del café de Arriaga, donde está situado el despacho de billetes. Al aproximarse la hora, la música deja oír sus alegres sones por las calles.
Las corridas entusiasman o no, según su calidad; pero en general, las de Bilbao han tenido siempre gran resonancia, y el aplauso o la censura alcanzan acentuaciones extraordinarias según el torero sea simpático o lo otro, y según sus deseos de trabajar o no hacer las cosas que justifique sus honorarios.
Todos los diestros quieren triunfar en Bilbao, ya que un éxito en la Feria de Begoña suele tener grandes repercusión para su carrera.