Quizás en las piedras de Salamanca, en la intimidad de sus rostros dorados y solemnes, ¡ay si las piedras hablaran!, recogerían el acto del Paraninfo de la Universidad de Salamanca, ahora hace ochenta años, 12 de octubre de 1936, “la contienda incivil” , las palabras de Don Miguel – la inteligencia – frente al legionario Millán Astray – brillo de la espada -. He ahí enfrentadas las dos Españas – “Españolito que vienes al mundo / te libre Dios /una de las dos Españas / ha de helarte el corazón”. Antonio Machado. Quizás sea este uno de los actos donde se refleje – en el espejo claro de las aguas del Tormes -, las dos Españas, que quizás duerman, sin calma, en el tiempo de la piel de toro. Hace unos años, un viejo amigo mío se presentó, en aquellas lejanas fechas, a saludar a Unamuno, iba vestido de falangista y el pensador le dijo: “No me gusta que venga usted con la camisa azul”. Lo tengo escrito en Abc.
En aquel enfrentamiento, entre el pensador unamuniano y el fundador de la Legión, ya estaba herida España por una daga en dos ideales distintos. Atrás han quedado muchos años dormidos en un lejanísimo eco, en dos conceptos, en dos visiones de observada con el microscopio grande de los muchos años transcurridos, cuando ese Duero, manso y sereno, cuasi traza una curva de ballesta.
Especialmente, pasaría por un pueblo zamorano, Guarrate, indiferente para una inmensa mayoría de españoles. Este pequeño pueblo castellano, a un tiro de piedra de Toro, me recordaría a una figura singular, representante de una de esas dos Españas. En ese pueblo había nacido Atilano Coco, un personaje muy inteligente, pastor protestante, impulsor de la masonería, había vivido en Inglaterra y, posteriormente, en Salamanca. En aquella España, ya convulsa, Atilano Coco sería asesinado en una de las sacas – tan dolorosas por unos y otros españoles – y su cadáver aparecería en los alrededores del pueblo salmantino de La Orbada.
Previamente, su mujer, Enriqueta Carbonell había visitado a Unamuno en su casa y, al parecer, en un papelito el Rector apuntaría, además, de los datos de Atilano, la famosa frase del “venceréis, pero no convenceréis”.
Trágico y triste paisaje de la piel de toro, la España que debemos ver cohesionada, por encima de odios e ideologías, que, de cuando en cuando, surge un brote pasional, ante la exultante belleza, la armonía que, sin herir una piel, una locura la rasgó en dos.
P.D. El autor de estas líneas estrenó en el salmantino teatro Liceo, la obra “La agonía del hidalgo Don Miguel”