Hace cien años que se celebró en Europa por primera vez el día internacional de la mujer trabajadora y desde entonces la lucha por la igualdad no ha cesado. Muchas personas lucharon para conseguirlo y algunas han sido olvidadas. Hace unos días se ha presentado en la Residencia de Estudiantes de Madrid un importante libro de Mari Fe Santiago y Mercedes Gómez que analiza la trayectoria de las mujeres de la II República que lucharon por conseguir los mismos derechos que los varones y que no han tenido el mismo reconocimiento que los intelectuales varones de la época. La obra se titula «Debes Conocerlas»
Hay que recordar con admiración a Clara Campoamor reclamando el derecho al voto de las mujeres que era negado inicuamente por los egregios miembros del Parlamento, algo que hoy consideramos inconcebible. Su lucha fue titánica, sufriendo incluso persecución personal. Las generaciones apenas se acuerdan de esta extraordinaria letrada. Otras mujeres también han sido olvidadas como Concepción Arenal, Carmen de Burgos , María Lejárraga y la abogada Mercedes Fórmica quien consiguió en etapas posteriores ,hace más de sesenta años, la modificación de los preceptos del Código Civil que infravaloraban la capacidad civil de la mujer. Ella misma, tras terminar la carrera de Derecho tuvo problemas para ingresar en el Colegio de Abogados, solo accesible a licenciados varones sin tener motivo alguno para ello. Para conseguir que se reconociera la igualdad escribió una obra estremecedora . Describía un hecho real protagonizado por una mujer ,Antonia Pernia, asesinada por su marido. La convivencia matrimonial había sido un verdadero infierno para la victima que sufría calladamente malos tratos continuos ante la constante amenaza de perder a sus hijos. En un artículo publicado en la prensa de la época titulado “domicilio conyugal” expuso lo sucedido a la Sra. Pernia, que soportó hasta la muerte. Su historia traspasó las fronteras. Los periódicos alemanes, británicos, norteamericanos y hasta daneses y soviéticos publicaron notas sobre este caso. En momento tan propicio la Sra. Formica y algunos miembros del Tribunal de la Rota decidieron pedir a los poderes públicos la reforma del vigente Código Civil consiguiendo que se cambiaran sesenta y seis artículos humillantes para la mujer casada. Los cambios se consideraron insuficientes, incluso se dijo que eran potenciadores de una falsa apariencia de liberalización del régimen procurando una seudo libertad a la mujer para acallar las críticas surgidas dentro y fuera de España por la normativa existente.
La reforma, no era el desideratum, sin duda, pero supuso un gran avance en la consideración jurídica de la mujer en cuanto a la designación del domicilio conyugal, el ordenamiento para disponer de los bienes y la patria potestad de los hijos. La mujer en aquellos años estaba equiparada a los menores o discapacitados, no alcanzaba la mayoría de edad hasta los veinticinco años, ni disponía siquiera de sus bienes privativos sin autorización del marido. Además, el domicilio conyugal era únicamente “la casa del marido”. Muchas profesiones estaban vetadas a las mujeres como puede constatarse al repasar las convocatorias de oposiciones tanto en la Administración Pública como en Instituciones privadas. Lo más grave era la disposición del Código Penal que decía: “el marido que sorprendiera en adulterio a su mujer, matare en el acto a los adúlteros o a alguno de ellos o se les causara lesiones graves será castigado con la pena de destierro. Si le produjese lesiones de otra clase, quedará exento de pena”. Como dijo un ilustre penalista este artículo era una verdadera“licencia para matar”.
Estos hechos son lejanos en el tiempo pero la realidad es que la discriminación de la mujer sigue presente con virulencia en el mundo actual. Se proclama la igualdad de sexos en todas las Cartas Magnas de los países desarrollados y en múltiples leyes de la Unión Europea, el Tratado, las Directivas y lo mismo sucede en España, la Constitución, el Estatuto de los Trabajadores, las normas de Igualdad de Oportunidades, pero en la práctica, las mujeres siguen sufriendo auténticas segregaciones sociales y laborales y la muerte a manos del marido empieza a ser muy frecuente. Por ello, es obligado recordar la lucha de aquellas mujeres admirables como Clara Campoamor, Concepción Arenal o Mercedes Formica, herederas, según se ha dicho, de Juana Inés de la Cruz: Debemos tenerlas muy presentes en todas las ocasiones que sea posible y advertir que la sociedad tiene que rechazar cualquier discriminación, incluso las más pequeñas, como la publicidad que la relega al espacio doméstico de forma denigrante y los chascarrillos que con una sorna cruel sacan a relucir viejos tópicos. Es triste que ya bien entrado el siglo XXI aún se existan estas situaciones trágicas por no haberse obtenido la igualdad absoluta. Las autoras de la obra citada han realizado una importante labor de recuperación de la memoria, que cunda el ejemplo
LA AUTORA ES CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA Y LEGISLACIÓN