“Todo lo que amamos nos lo pueden arrebatar, lo que no nos pueden quitar, es nuestro poder de elegir qué actitud asumir ante estos acontecimientos”
Victor Frankl.
Cuando se pierde a un ser querido, como es una madre, en circunstancias complicadas, aparece un compañero mudo: el silencio.
Te sientes perdido en sentimientos intensos que a veces, solo a veces, no se pueden manifestar…
Es un silencio de duelo, donde el mutismo y la sordera hacen gala de un estado doloroso y muy intenso. No logras ver la luz, el silencio te rodea para que puedas sentir la pérdida, y eso tan solo sabes sentir…
No hay posibilidad de reparación en esos momentos, porque las emociones y sentimientos son muy penetrantes, muy fuertes y es bueno aprender a tener una capacidad para asumir ese vacío…
Hay una emoción de estrés permanente, que te hace despertar con sobresalto. La pérdida de un ser querido es la principal causa de estrés, el tipo de fallecimiento, la forma de actuación con el fallecido antes de morir, después del fallecimiento y los asuntos pendientes, hará que determine la respuesta ante ese fallecimiento…
El duelo, es esa experiencia íntima, de sentimiento profundo, que cada persona vive de forma individual, aunque sea el mismo miembro el que se ha marchado, cada familiar, lo vivirá de una forma personal y diferente. Depende mucho de los factores relevantes que ocurren en el proceso como la forma de morir de esa persona, las circunstancias que rodean a esa muerte, los recursos personales, las personas queridas que estén contigo y el apego que tengas con esa persona.
Normalmente, se ha considerado que el duelo divide su paso en cinco fases diferentes. Podemos hablar de la fase de la negación que surge como respuesta inconsciente y puede durar desde unas horas hasta un tiempo ilimitado. Es un mecanismo de defensa que impide la toma de conciencia de esa pérdida. Es una fase dura, pues el familiar o la persona a allegada sigue buscando a la persona fallecida, dando lugar a sensaciones de percepción de la persona fallecida o pequeñas alucinaciones.
Cuando aparece la fase de la ira, se manifiesta con una sensación de vacío ante esa pérdida. Es una sensación de falta de apoyo y soledad que genera rabia hacia uno mismo y los demás, o hacia la vida o a nuestras creencias. Es una situación que todos vivimos en la vida, pero esa rabia nos lleva a pensar que solamente nos ocurre a nosotros.
Puede aparecer la sombra de la etapa de la culpa. En este sentido la persona superviviente, suele buscar culpables o incluso auto culpabilizarse con pensamientos recurrentes como “si me hubiera enterado antes de lo que tenía”, “si hubiera aprovechado mejor el tiempo con ella”, “Si no la hubiera gritado”, etc…
La culpa puede llevar a un sufrimiento innecesario con ensoñaciones nocturnas y arrebatos de dolor intenso en determinados momentos.
Cuando nos invade la tristeza, es cuando se empieza a tomar conciencia de la pérdida. Es una etapa muy dolorosa, donde comienzas a recordar a la persona perdida con fotos, recuerdos u objetos que faciliten sensaciones de nostalgia. Se recuerda cómo era la vida antes del viaje de esa persona y al ir asimilando ese dolor, se comienza a plantear el futuro, y ahí aparece el miedo generado por la sensación de vacío de ese ser querido.
La última etapa del proceso, es la aceptación de esa pérdida y con ello, aceptamos la muerte e intentamos continuar la vida con la nueva situación asumida. Es el momento de resolver los asuntos pendientes y despedir el apego para que se facilite el proceso de aceptación. Nos desprendemos de objetos y recuerdos de la persona difunta y esto hace más fácil la asunción del dolor.
Sería más positivo concebir las fases como tareas y objetivos a realizar. No existen panaceas que eliminen el dolor, pero sí depende de nuestra actitud ante él. Existen recursos que ayudan a vivir el proceso de forma consciente y superar las diferentes etapas, para así evitar el nacimiento de comportamientos con patología.
Este ha sido el motivo de mi desconexión en el Digital Extremadura durante estos meses, el fallecimiento de mi madre en el mes de julio, después de seis meses de constante atención a su persona por la enfermedad terminal que le acechaba. Pero siempre regreso con muchas ganas y fuerza…
Espero que sirva de ayuda mi pequeña intervención, ya que después de esta experiencia, de la cual, me incorporé a mi rutina el día después del sepelio, y continúo trabajando en mi despacho, con todas las personas que necesitan mi ayuda y apoyo emocional, con la profesionalidad y el cariño acostumbrados.
Un abrazo intenso.
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