EL FACTOR HUMANO

Solo la madurez goza de la estabilidad necesaria para enfocar determinados asuntos
desde un precavido desdén lleno de ternura y duda sana. O al menos eso es lo qué dicen
los expertos.

Caigo en la cuenta cuando veo algunas formas de enfocar las realidades de nuestros
días, y aunque lejos de mi el querer dar lecciones a nadie, si que me gustaría hacer
alguna pequeña reflexión sobre planteamientos cerrados que creo no se corresponden
con la realidad.

Y me viene a la memoria la famosa novela de Graham Greene, «El factor humano», en la
que se narra precisamente eso: que aún dentro de las organizaciones más inteligentes del
mundo, como son las del espionaje internacional, existen mecanismos de comportamiento
humano que pueden intensificar, o dar al traste, con cualquier plan perfectamente
diseñado.

Apremiados por los medios de comunicación, todos los partidos políticos actúan, según
creen o atinan, buscando un explicar por sus «élites» de las acciones colectivas, en
términos de lo «políticamente correcto». Oímos, así, cantinelas mil veces cantadas y que
suenan a hueco, de tan repetitivas y poco respetadas por quienes dicen defenderlas. En
todas ellas, no existe el individuo, la importancia de la persona en particular. Tal parece
que se le considerase material fungible, nacido para servir y deshacerse, servir y
deshacerse…En todos los casos. No es extraño pues que los más astutos se guarden las
espaldas. Para sobrevivir.

Bajo el falso esquema de «lo importante es el proyecto» subyace un totalitarismo atroz, no
por negado menos evidente. En él, la persona no tiene demasiada relevancia y ni siquiera
es dueña de sus propios méritos, aquellos con los que se incorporó al sistema, aquellos
que sirvieron a éste para ser reconocido desde fuera. De ahí, la venta del discurso del
«cualquiera puede, cualquiera vale, ahora le toca a otros…etc» a la que nos tienen
acostumbrados los partidos llamados igualitarios.

En la novela de Léon Tolstöi, Ana Karenina, el autor acierta en los personajes, sin duda
por la mirada curiosa, pero real y tierna, no exenta de crítica, sobre los comportamientos
humanos de aquellos, fruto (sin duda) de situaciones de su propia experiencia. Es el
factor humano (nuevamente) el que (al cabo) dirige o interfiere junto a las influencias
exteriores. Ignorarlo es, hasta cierto punto, estupidez.

Se quejan los partidos mayoritarios de la ausencia de líderes. Pero no puede haberlos
cuando se han dedicado activamente a defenestrarlos, cuando aceptan un falso concepto
de igualdad por abajo, cuando piensan que los esbirros son útiles y los potencian, para
ser temidos y respetables.

Ya lo dijo claramente Romano Prodi, el ex Presidente de la Comisión Europea. en su caso
refiriéndose a la alemana Merkel: «No es líder, un líder se hace cargo de lo qué piensan y
sienten los otros». Del factor humano, amigos, del factor humano.