Como viene siendo habitual, un nuevo número (en esta ocasión, el 67) de la Revista Cultural “Ahigal” ha salido a la calle. Todo un compendio de 40 páginas, donde se van desgranando las colaboraciones que coordinan los miembros de la Agrupación “Amigos de Ahigal” Gonzalo Domínguez Panadero, Herminia Lino Antúnez y José María Domínguez Moreno, siendo la directora de la revista Justa Paniagua Cáceres.
La revista nos muestra una portada donde aparece el ahigaleño Sandalio Paniagua García con su uniforme de soldado del Cuerpo de Regulares. La foto tiene ya muchos años a sus espaldas, a juzgar por la indumentaria. Luego, se puede leer un editorial titulado “Ahigal y los milagros del agua”. Se pasa a un cuento popular, que lleva por título “Las Aguaeras del burru”. A continuación, viene un reportajes sobre “Cómo se hacían las tejas en Ahigal”, que firman los hermanos Julián y Tani García. Crispín García Paule, que nunca falta a la cita con la revista, nos habla del “Gran mal de nuestro tiempo”. Otra de las páginas está dedicada a “Los juegos de antaño en Ahigal”, rubricada por “Un nostálgico ahigaleño”. Le siguen otras dos de factura semejante: “Nuestros viejos juguetes: ´La Revolandera´” y “El Cal, un juego milenario que ha pervivido en Ahigal”. Antonio Gil Paniagua dedica unas emotivas líneas a “Basi”, alguacil del Ayuntamiento y fallecido recientemente. Más adelante, Monserrat Roncero plasma el relato de “Lo que pudo ser una tragedia: `Una tarde larga, para no olvidar`”, donde se narran los dramáticos y, a su vez, épicos hechos acaecidos la tarde del 18 del pasado agosto en el embalse de Gabriel y Galán, cuando explosionó una embarcación que surcaba sus aguas y, gracias al buen hacer del guardia civil Miguel Ángel García Sánchez y sus dos hijos Cristian y Raúl Miguel García Roncero, todos de Ahigal, evitaron desgracias personales, por lo que fueron, posteriormente, condecorados.
En las siguientes páginas, el historiador José María Domínguez Moreno nos trae un interesante artículo sobre “Correr los campanillos, una práctica desaparecida”. También Dioni Paniagua Cáceres nos habla sobre “La Laguna del Valle llora: ¿qué le pasa a la laguna?”. No falta el apartado de “Mis recetas caseras”, a cargo de Petra Becedas. Martín Mahíllo Santos escribe acerca de “Curiosidades sobre la báscula de Ahigal”. Vuelve Antonio Gil con su sección de “Estampas de Ahigal”, incluyendo la crónica “Héroes locales”, mientras que H. Lino nos deleita con el poema “Adela, amiga”. El guijarreño (hijo de Guijo de Granadilla) Jesús García Aparicio, muy vinculado al pueblo de los “palétuh” (así son conocidos comarcalmente los vecinos de Ahigal y no por ser brutos y zotes), colabora con su relato “Benito `Calamidad`”. Así mismo, Elena Paniagua lo hace con “La Vendimia en Ahigal”. Y, finalmente, se dedica un apartado a “La Marcha Rosa” llevada a cabo por la Asociación Oncológica de Plasencia”, insertándose del mismo modo el viejo romance de “Las señas del esposo”, perteneciente al cancionero ahigaleño. Numerosas fotos ilustran armoniosamente los textos.