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EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES (Conmemorando el día de la mujer trabajadora)

OPINIÓN
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[Img #54644]No dejaba de ser un chiste macabro que estas palabras se encontraran a la puerta de un Campo de concentración. Pero curiosamente la famosa maldición al hombre cuando es expulsado del paraíso, “comerás el pan con el sudor de tu frente”, perdía su sentido cuando la mujer accede masivamente a un puesto de trabajo, y realmente se cumple el eslogan nazi. “El trabajo, os hará libres”.

 

La primera guerra mundial constituyó un aldabonazo que hizo ver la injusta situación de las mujeres en el campo laboral. La ausencia de hombres en las fábricas, obligados a ir al frente, obligó a que fuera la mujer la que ocupara su puesto. Mas tras la finalización  de esta, se produjeron varios acontecimientos que aquilataron, hasta hacerla sumamente injusta, la situación social y laboral de la mujer. Por una parte, la ausencia de hombres, ya que la guerra había barrido en los campos de batalla generaciones enteras, convirtió en solteras a la fuerza a dos millones de mujeres. Pero no era sólo este el problema, sino que estaba mal visto que las mujeres conservaran el puesto de trabajo que habían tenido hasta ese momento, ya que tenían que ocuparlo los hombres recién venidos de la guerra. Pero la situación era francamente extraña, la mujer estaba educada para casarse y quedarse en casa pero por otra parte no tenían con quien casarse, y por otra el hombre era el que tenía que aportar los ingresos para mantener a la familia, por lo tanto estaba socialmente mal visto que la mujer ocupara un puesto de trabajo que podría ocupar un hombre ya que sobre él recaía la responsabilidad del sustento del núcleo familiar. Sin embargo esta situación provocaba evidentes injusticias y un panorama que no se había dado nunca en la historia, la mujer que había quedada desplazada y sola, debía de valerse por sí misma sin depender  de nadie, y esto aceleró las conquistas sociales reclamando  los mismo derechos que los hombres. Ocuparon laboralmente fábricas y oficinas, y siendo autónomas  comenzaron a reclamar los mismos puestos de trabajo cualificados que los hombres, rompiendo los viejos esquemas sociales y convirtiéndose en beligerantes para la consecución del voto y de unas pensiones justas. Igualdad, emancipación y sufragio, se convirtieron en unas palabras y derechos a conseguir, tras los que se parapetaron muchas mujeres como si fueran barricadas en la lucha por lograr lo que como personas merecían.

 

Resultan significativos, del discurso de sus reivindicaciones, algunos panfletos en los que se dice: Lo que una mujer puede ser y todavía no tiene voto. Juez, enfermera, madre, médica,  maestra, o trabajadora de fábrica. Y debajo de estos dibujos, un letrero dice: Lo que el hombre puede ser y todavía no ha perdido el voto. Convicto, lunático, propietario de esclavos blancos, inválido y borracho. 

 

En  julio de 1848 se produce la “Declaración de Seneca Falls”, (“Declaración de Sentimientos”, le llamaron las congregadas) considerada como la primera convención sobre los derechos de la mujer celebrada en Estados Unidos y el nacimiento del movimiento feminista. En ella las mujeres norteamericanas afirman que: “La historia de la humanidad es la historia de las repetidas vejaciones y usurpaciones perpetradas por el hombre contra la mujer…que la ha despojado de todo derecho a la propiedad, incluso a los jornales que ella misma gana…Ha monopolizado casi todos los empleos lucrativos, y en aquellos a los que se les permite acceder no reciben más que remuneraciones misérrimas…Se le han negado todos los medios para obtener una educación completa, cerrándole el paso a las Universidades .” A la vez que denuncian las restricciones, a las que estaban sometidas: No podían votar, presentarse a elecciones, ocupar cargos públicos, ni afiliarse o asistir a organizaciones políticas.

 

Fue la segunda guerra mundial y la necesidad de que las mujeres ocuparan puestos de trabajo, ante la ausencia de hombres, en ese momento en el frente, la que  asentaría una situación que pese a un intento de marcha atrás con los fascismos, ya había enraizado tanto en la sociedad, que ya no retornaría.

 

No fueron las manifestaciones, ni las reivindicaciones, fue el trabajo femenino el que consiguió, tras muchos siglos, que el camino hacia la igualdad fuera firme, y en ello estamos.


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