Hace unos pocos días he asistido, vía telemática, a una jornada organizada por el SCRATS (Sindicato Central de Regantes del Acueducto Tajo Segura) y el diario La Verdad de Murcia. La jornada llevaba por título: Agua, una encrucijada en el Levante Español.
Exponían los participantes, su temor a la reducción de las cantidades a derivar por el trasvase Tajo – Segura, debido al incremento de los caudales ecológicos que recoge el nuevo plan hidrológico de la cuenca del Tajo. Y analizaban las consecuencias que ello tendría en la economía de una pujante agricultura e industria agroalimentaria que se ha desarrollado en el Levante español.
Y es que, en verdad, estamos en una encrucijada en materia de agua, no solo en el Levante español, sino en toda España. Esta encrucijada, ya de por sí difícil y compleja, se ve agravada por la situación de sequía que padecemos.
En el panorama español del agua la situación experimentó un drástico cambio, en el año 1999, cuando en la normativa de aguas nacional se introduce el concepto de caudal ecológico. Sin estudios de base suficientes para justificar esta introducción, ni sus consecuencias posteriores de tipo social, económico o ambiental, a los caudales ecológicos se les otorga, además, la categoría de restricción previa a los sistemas de explotación.
Esto quiere decir que primero aseguramos los caudales ecológicos y con el agua que sobre atendemos los usos socioeconómicos. Sólo se exceptúa un uso como prioritario, en determinados casos, el abastecimiento urbano. Se concede por la norma, un predominio absoluto e injustificado a la componente ambiental sobre el desarrollo económico.
La endeble razón para hacerlo se justifica en las disposiciones de la Directiva Marco del Agua que promueve la consecución del buen estado de las masas de agua, sin que por parte alguna hable dicha norma de los caudales ecológicos, ya que, ni siquiera los define.
Pero aquí como somos más papistas que el Papa, adoptamos los caudales ecológicos como si fueran la panacea universal, sin valorar las consecuencias de hacerlo, dándoles prioridad absoluta en lugar de considerarlos como un uso más. Máxime si se tiene en cuenta que el caudal natural en muchos ríos españoles en época de estiaje tiende a ser nulo. Y los caudales ecológicos en esa época han de suministrarse desde la red de embalses existente. Que no estaba diseñada para suministrar estos nuevos caudales ecológicos.
Tampoco existen estudios contrastados para la determinación del valor de estos caudales. Se aplican unas veces modelos hidrológicos y en otras ocasiones modelos hidrobiológicos, que dan resultados muy dispares. Hasta el punto de que existen estudios de la cátedra de Hidráulica de la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid que cuestionan los valores de esos caudales, que la Confederación Hidrográfica del Tajo aplica en los documentos del tercer ciclo de planificación, en el tramo del río Tajo entre Bolarque y Aranjuez en donde se aumentan de 6 m3/s a 8,3 m3/s sin aparente necesidad.
La introducción de los caudales ecológicos, según un estudio realizado por el catedrático Luis Garrote en dicha cátedra de Hidráulica, supone una reducción media del 16 % en las garantías del resto de usos. Problema de gran importancia, que parece no se tuvo en cuenta en su momento.
La postura lógica tras la introducción de los caudales ecológicos como prioritarios, debería haber sido actuar para incrementar la capacidad de regulación construyendo nuevos embalses, a fin de no disminuir las garantías de otros usos. Pues bien, el Ministerio de Transición Ecológica lleva una temporada en la que se dedica a demoler presas para reducir la regulación. Increíble. No se construyen presas nuevas, que además tendrían más justificación todavía por las previsiones del cambio climático, que asegura que habrá más períodos de sequía y de lluvias torrenciales.
El trasvase Tajo – Segura puede verse afectado por el importante incremento que los caudales ecológicos en el eje del Tajo, han experimentado en el Plan Hidrológico vigente, aprobado hace unos meses.
En el plan hidrológico anterior (2016 – 2021) se fijaron unos caudales mínimos de 6 m3/s (189,2 Hm3/año) en Aranjuez y 10 m3/s (315,3 Hm3/año) en Toledo y Talavera de la Reina.
En el nuevo plan hidrológico, estos caudales ecológicos en el eje del río experimentan alzas desmesuradas. Se establece un período transitorio (siempre con valores de los caudales ecológicos nuevos superiores a los antiguos) y desde el 1 de enero de 2027, se fijan los definitivos que suponen fuertes aumentos sobre la situación actual.
Los valores nuevos a aplicar desde 2027 son 273 Hm3/año en Aranjuez, 544,1 Hm3/año en Toledo y 583,7 Hm3 / año en Talavera de la Reina.
Si se consolidan estos valores, el trasvase Tajo – Segura, que lleva funcionando 43 años, tendrá que reducir sensiblemente las cantidades a trasvasar, poniendo en peligro la economía agroalimentaria de miles de hectáreas del Levante español. El déficit habrá de compensarse probablemente con agua desalada mucho más cara, o con reutilización de aguas residuales.
De modo que, entre los caudales ecológicos, la sequía y el cambio climático, nos encontramos en una encrucijada hídrica que exige soluciones racionales y no ideológicas de corte ecologista para la problemática del agua en España.
Y en épocas de sequía, como la que padecemos, los caudales ecológicos habría que irlos reduciendo progresivamente según se vayan alcanzando en los Planes Especiales de Sequía de las cuencas hidrográficas, los grados de escasez denominados Prealerta, Alerta y Emergencia, manteniéndolos en su totalidad solamente en situación de Normalidad. Eso sería lo lógico. No actuar así, constituye un nuevo despropósito.