Redacción DEx, diciembre de 2025.– Hay gestos que cambian un día… y compañeros que cambian vidas enteras. En miles de hogares españoles, ese compañero llega sobre cuatro patas, con un arnés, un entrenamiento impecable y una capacidad única para convertir lo inalcanzable en cotidiano. Son los perros de asistencia, una figura silenciosa pero esencial para muchas personas con discapacidad, cuyo impacto va mucho más allá del apoyo físico: son autonomía, seguridad, emoción y presencia constante.
En pleno marco del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, Purina ha querido recordar la importancia de estos animales, auténticos aliados de independencia para quienes necesitan apoyo en su vida diaria. El vínculo humano-animal, señalan, no es un concepto romántico: es un factor probado de movilidad, regulación emocional, comunicación y participación plena en la comunidad.
Pero la realidad española deja una sombra evidente: el acceso a estos perros continúa siendo profundamente desigual. Según un estudio reciente de AAS DISCAN, Kuné Perros de Ayuda Social y Dog Training International (DTI), Madrid, Catalunya y Andalucía concentran más del 37% de los perros de asistencia acreditados. La mitad de las comunidades autónomas no llega siquiera al 1%. Y el dato más preocupante: Aragón y Extremadura no cuentan hoy con ningún perro acreditado.
El desglose evidencia lo que las entidades llevan años denunciando: un derecho que depende del código postal.
Un apoyo que cambia rutinas… y horizontes
Quienes cuentan con un perro de asistencia lo saben bien. La transformación no se mide solo en desplazamientos más seguros o en tareas que antes requerían ayuda. También se mide en autoestima, en bienestar emocional, en la capacidad de comunicarse, de salir, de estudiar, de trabajar, de participar en la vida social sin sentirse un visitante.
Un perro de asistencia puede:
- Facilitar gestos cotidianos como abrir una puerta, recoger un objeto, avisar de un episodio médico o asistir en la comunicación.
- Reducir niveles de ansiedad y estrés, y combatir la sensación de aislamiento.
- Reforzar la participación plena en entornos educativos, laborales y comunitarios.
- Aportar seguridad personal con entrenamientos específicos para cada necesidad.
Y, sin embargo, España dispone de menos de un perro de asistencia por cada 100.000 personas con discapacidad reconocida. La cifra resulta tan fría como contundente: hay miles de personas para las que este apoyo no es una opción real.
El diagnóstico del estudio apunta a una misma raíz: ausencia de criterios comunes, procesos lentos o inexistentes según la comunidad autónoma, y la falta de un registro estatal actualizado que permita saber cuántos perros están en activo, dónde y con qué acreditación.
El resultado es una maraña administrativa que puede convertir la espera en años… o en renuncia.
El auge de la terapia asistida en hospitales
En paralelo a estas dificultades, España vive un crecimiento notable en las Terapias Asistidas con Animales (TAA), especialmente en hospitales, unidades pediátricas, psiquiatría y centros de rehabilitación. Su impacto en la reducción del dolor, el estrés, la ansiedad o el aislamiento social está ya documentado por múltiples estudios clínicos.
Para acompañar este avance, Purina puso en marcha en 2024 la Alianza Purina Terapia Animal, una iniciativa pionera que forma a profesionales sanitarios, ofrece asesoramiento científico y crea redes de intercambio entre expertos de distintos ámbitos sanitarios y sociales.
“La evidencia es clara: los perros de asistencia y terapia transforman vidas”, explica Elisenda Saperas, veterinaria y responsable de comunicación de Purina. “Pero debemos garantizar también el bienestar del animal. La Alianza busca generar impactos positivos y consolidar estas intervenciones dentro de los sistemas de salud”.
Un reto pendiente: que la ayuda llegue a quien la necesita
Mientras la terapia asistida avanza en hospitales y centros clínicos, el acceso a los perros de asistencia sigue siendo un reto de país. La brecha territorial deja fuera a personas que podrían recuperar movilidad, autonomía y bienestar si contaran con este apoyo.
El desafío está sobre la mesa: más coordinación, criterios comunes, un registro estatal y un compromiso real para que la calidad de vida no dependa de la comunidad donde uno vive.
Porque no se trata solo de perros. Se trata de derechos, de autonomía, de dignidad. De que cada persona pueda tener, si lo necesita, ese compañero que no solo ayuda… también ilumina caminos.






