Un problema real y latente en el que las Administraciones están obligadas a articular los mecanismos para su prevención, debiendo ser una prioridad de salud pública..
Porque sentirse triste ocasionalmente es un estado inevitable que sucede en la vida cotidiana, no es una enfermedad mental sino un estado que se puede prolongar segundos, minutos, horas, días, meses, años; en el control de esos tiempos estará el éxito en su prevención.
Razones físicas, psicológicas ante la pérdida emocional, social, espiritual, además de factores externos, son la causa de la tristeza. A lo largo de la vida de una persona existen momentos de tristeza.
Según los expertos los suicidios son prevenibles, por ello las Administraciones Públicas deben asegurar la priorización de la prevención del suicidio, dotando en sus presupuestos partidas suficientes y proporcionales a la importancia de este problema de salud pública, implicándose los organismos con competencias en salud, educación, empleo, bienestar, justicia.
Deben promover políticas que propugnen la educación y la inteligencia emocional, acciones que nos enseñen a alcanzar la confianza, la alegría, la gratitud, el respeto, el amor, la armonía, la paz, la estima en uno mismo.
Se trata de visualizar siempre lo positivo, porque quizás la vida no sea la fiesta que todos deseamos, pero mientras estemos, bailemos.
