El Ayuntamiento asume los gastos del funeral de este chico de 25 años, usuario del IMAS, cuyo cuerpo será incinerado y trasladado a Nicaragua
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Cáceres, 22 de septiembre de 2025.- La capital cacereña llora la muerte de Jonathan Espinoza, conocido entre los suyos como Pirlo. Tenía 25 años, era nicaragüense y vivía en Cáceres desde hacía tres con una de sus hermanas. Este pasado domingo por la mañana, a plena luz del día, cayó abatido en una reyerta a las puertas del hotel Alcántara, junto al estanco 24 horas de la avenida Virgen de Guadalupe. Lo trasladaron muy grave al hospital, en muerte cerebral, pero no sobrevivió.
El Ayuntamiento de Cáceres ha anunciado que correrá con los gastos del sepelio, al tratarse de una familia vulnerable, usuaria del Instituto Municipal de Asuntos Sociales (IMAS). Su madre, rota de dolor, viaja desde Nicaragua para acompañar sus cenizas de regreso a la tierra natal donde se llevará a cabo el funeral de despedida de su cuerpo. En la tarde de hoy lunes será velado en el tanatorio San Pedro de Alcántara.
Pirlo, apodo con el que era conocido Yonatan, era considerado una buena persona en su ambiente, la comunidad latina en Cáceres, donde se relacionaba con su gripo de amigos, sobre todo con los que amaban el baile como él, habitual cliente de discotecas para ejercitar su pasión. Sus amigos y amigas aun no salen de su asombro y no se explican como puede haber fallecido tan buen chico.
Yonatan había trabajado en varios oficios, sobre todo de camarero y asistente de personas mayores, y como todos los miembros de la comunidad hispana, enviaba dinero a su país, en concreto a su madre. allá en Nicaragüa.
Parece ser que una vez practicada la autopsia, se ha n donado sus órganos.
“Hasta en su muerte ayudó: era donante de órganos y hoy salva vidas con ese gesto”, destacan sus allegados.
La Policía Nacional mantiene abierta la investigación. Cinco jóvenes de entre 21 y 29 años están detenidos; cuatro de ellos han pasado ya a disposición judicial. Las cámaras de seguridad y los testimonios serán clave. “Continuaban propinándole patadas mientras yacía inmóvil en el suelo”, relatan testigos.
Los vecinos de la zona han sido claves para que acudieran a su auxilio con rapidez pero una vez trasladado al Hospital Universitario de Cáceres, a las pocas horas falleció.
Desde la Delegación de Personas Migrantes y Refugiadas de la Diócesis de Coria-Cáceres se ha condenado la violencia y se ha ofrecido acompañamiento a la familia a través de la comunidad latina.
LUPA DEx
La muerte de Jonathan es un espejo roto en el que Cáceres debería mirarse sin miedo. La ciudad se enorgullece de su hospitalidad, pero el domingo amaneció teñida de violencia. Un chico que vino a ayudar a los suyos, a trabajar y bailar, ha terminado en una fría camilla del Instituto de Medicina Legal.
Las instituciones reaccionan: el Ayuntamiento paga el funeral, el IMAS brinda psicólogos, la Diócesis acompaña. Todo bien, todo correcto. Pero, ¿ qué hacemos como sociedad para que esto no se repita? ¿Qué grietas urbanas permiten que la madrugada acabe en sangre?
No se trata solo de condenar la violencia, sino de preguntarnos qué raíces la alimentan. Y de entender que, más allá de cifras y siglas, Cáceres ha perdido a un joven bueno, un vecino discreto, un hijo que soñaba con dar a su madre una vida mejor.
El silencio de su ausencia debería interpelarnos. Porque la dignidad no solo se honra en un funeral pagado, sino en evitar que un chico de 25 años acabe siendo noticia por una muerte que nunca debió ocurrir.
Imagen: TN8 Nicaragüa