Rómulo Peñalver, Granada, 9 de febrero de 2025.- Hay tándems en el cine que funcionan como un mecanismo de precisión, donde la confianza y el pulso narrativo se afianzan con cada película. Lo de Arantxa Echevarría y Carolina Yuste ya es una alianza con sello propio.
La actriz extremeña – 30 de julio de 1991, Badajoz – ha vuelto a levantar un Goya, esta vez como Mejor Actriz Protagonista por La infiltrada, su segunda estatuilla tras aquella irrupción arrolladora con Carmen y Lola.
Su interpretación de Aránzazu Berradre Marín, la policía que se infiltró en ETA durante ocho años, no solo le ha valido el premio, sino también el reconocimiento unánime de la crítica. Una historia de tensión, dobles identidades y cicatrices invisibles que han resonado con fuerza en una gala donde Yuste ha demostrado, una vez más, que los discursos con calado no necesitan artificios.
Subió al escenario con la emoción a flor de piel. Ane Gabarain y Malena Alterio le entregaron la estatuilla y, en su turno de palabra, Carolina dejó claro que lo suyo no es hablar por hablar. Agradeció a sus compañeras de nominación, a Luis Tosar—“compartir escenas contigo es un privilegio”—y, sobre todo, a la directora y al equipo de guionistas y productoras que apostaron por esta historia. “Ellas concibieron que era importante hablar de nuestras heridas para intentar sanar y reparar”, dijo con firmeza.
La actriz pacense, que no se olvidó de nombrar a Extremadura en su discurso y que nunca esquiva los temas incómodos, lanzó un mensaje contundente: “No podemos usar las heridas y el dolor de tanta gente para sacar rédito. A la gente que tiene ese poder les pido respeto y amor”. Y, antes de bajar del escenario, un último recordatorio: el derecho a la vivienda digna para todas las personas.
Cuatro nominaciones y dos Goyas después, Carolina Yuste sigue esculpiendo una carrera con el mismo carácter con el que llena la pantalla: sin concesiones, con verdad y sin miedo a incomodar.