ari
Comparte en redes sociales

Querida Ari: No te voy a contar ahora lo que es un virus, ni falta que te hace. Para que lo sepas: la gente se pone mala, desde hace dos años, y unos se mueren y otros lo superan. El caso es que está la vida de una manera que no sé qué te diga. Y a lo que estoy. ¿Recuerdas cuando íbamos a esa finca en la que soltaban perdices desde un cerro, echábamos un montón de tiros y luego cazábamos al salto las que no habían sido batidas? Pues el otro día tuvieron un percance y yo deseo que ese grupo se reponga del susto. Son buena gente, ¿verdad Ari?

Hogaño, ya sabes, con el niño y con la partida de L.F.  ¡Total no cazaste tú ahí liebres y perdices! ¡Oh tempora, oh mores! Y eso sí: donde no ataca el virus, que te dije, es en el monte. Espacios abiertos y distancias. Luego el mejor remedio para evitar la enfermedad: la caza.

Ah, y las vacunas, Ari. Si vieras la penuria que he pasado, y paso, por los amigos perdidos. De eso mejor ni te cuento, porque entro en tristeza y melancolía que da pena verme. Rafa, César, Alfonso…Sí, Ari, tú te fuiste; se han ido estos; cada vez estamos más solos y más tristes. Con harta frecuencia, hay que echar mano de Marco Aurelio para que proporcione un poco de calma al atribulado corazón.

De la patria no te cuento nada Ari, que se me nota demasiado. Con decirte que el otro día tiraron la estatua de Juan Ponce de León y la hicieron trizas los miserables portorriqueños enemigos de su pasado…¿Qué por qué me preocupa eso? Porque nosotros somos hipanoeuropeos y ellos hispanoamericanos, es decir, todos hispanos, españoles. Bueno, no te preocupes, otro día te cuento. Un abrazo inmenso.


Comparte en redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *