Al analizar las campañas electorales, los discursos y las promesas de los responsables políticos, hay que recordar la ocurrencia del filósofo Schopenhauer que publicó una obra con nada menos que » 38 estratagemas de “de mala fe” para atraer a posibles votantes. Mantenía que en el ámbito político la persona que se presenta para obtener un cargo público no tiene que asegurar que intentará cumplir lo prometido, pues todos saben que no va a ser así.
En la filosofía clásica, Aristóteles en su Dialéctica lo manifestó con claridad. Si se pretende que el adversario acepte un planteamiento hay que ofrecerle opciones y buscar contradicciones tomando como punto de apoyo cualquier cosa distinta que haya admitido o defendido con anterioridad. Es lo que tenemos en el sistema actual. Nada de lo que se promete se cumple en los últimos tiempos. “Jugada brillante” es dar la vuelta a un argumento de tal forma que signifique otra cosa distinta. Prometer construir un puente, donde no hay rio, por ejemplo.
Según Santo Tomás de Aquino hay que analizar el conocimiento para llegar a la comprobación de lo que es verdadero dentro de un debate. La valoración lógica lleva a derivar que de un antecedente falso no puede obtenerse una consecuencia cierta, aunque mentir con descaro puede conseguir que el receptor se crea la mentira.
Muchas veces se convence utilizando metáforas, latiguillos, aforismos, teorías de aparente racionalidad, que puedan anular la conciencia crítica. Hay una técnica que intenta convertir el argumento propuesto en algo verosímil .Se trata de reforzarlo con citas importantes, casi siempre inventadas o de ambiguo contenido. Se recuerdan frases atribuidas a algún filósofo clásico como Aristóteles, Descartes, también a políticos famosos como Churchill, incluso a Unamuno o a Ortega y Gasset, que se desvirtúan, porque no son comprobables fácilmente.
Otra “estratagema” del orador, según el filósofo alemán, es responder a una pregunta con otra cuestión o desprestigiar al contrario. En política también se utiliza algo concreto si todo falla en el debate y el oponente es superior, se pasa sin ambages al insulto directo, ofensivo. Esta forma de debatir tiene, además, una repercusión mediática que sirve de divulgación y más con la profusión de redes sociales que se manejan en la actualidad. Unos seguidores se inclinan a favor y otros en contra, pero la tesis se airea, que es lo que interesa aunque sea poco elegante.
El profesor mejicano Héctor Anaya ha hecho una recopilación de insultos entre políticos y personajes relevantes .Mantiene que hay que tener cierta estrategia con los insultos, lo primero es responder en 20 segundos para que el ataque no se convierta en rencor. Es conocido que Cicerón insultó a varios contemporáneos entre ellos a Marco Antonio, al que llegó a calificar de profanador de la virtud. Los políticos de hoy pueden ser más groseros, sin ningún nivel ni ingenio. Recordemos la zafiedad de llamar “carapolla” al oponente, palabra ordinaria que desprestigia al agresor.
Es verdad que hay insultos sutiles, ingeniosos. Se cuenta que Bernad Shaw envió dos invitaciones a Churchill para el estreno de una de sus obras con una nota que decía: “le envío dos entradas para que venga con un amigo, si es que tiene alguno”, a lo que el británico respondió en otra nota: “No puedo ir a la primera función, iré a la segunda si es que la hay.”
La dialéctica es comparable a la esgrima y da igual quien tenga o no razón. Lo importante y práctico es “tocar” al contrario, pues de eso se trata. Es una suerte que los que reciben el mensaje tengan generalmente inteligencia y la libertad de inclinarse a favor de las posiciones que les parezcan éticas o se haya comprobado su eficacia. Ya se sabe que los programas electorales, “están para no cumplirse”, frase que encierra cinismo
El aforismo de la biblia tan conocido, “La verdad os hará libres” lo han escogido personas famosas como lema pero tiene escasa aplicación hoy por hoy. Se acepta con resignación que los políticos no respetan la verdad en asuntos importantes, dicen que no van pactar y pactan, que van a construir una escuela y no se ocupan más. Si no se cumple lo prometido, no hay nada perdido, dice un refrán y es triste.