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El ministro de Consumo de España posee algunas particularidades que lo definen: parece tener escasos conocimientos y poca competencia en la materia que gestiona y es imprudente ya que no mide las consecuencias de sus manifestaciones.

En lugar de gestionar su ministerio con eficacia en el reducido número de competencias que tiene asumidas, que es lo que le corresponde como miembro del gobierno de España, actúa como si fuera un activista defensor de un ecologismo trasnochado y radical.

En su afán activista es capaz de denigrar a los productos cárnicos españoles con unas poco meditadas declaraciones a medios de comunicación extranjeros como son las realizadas al periódico inglés The Guardian. Sus imprudentes manifestaciones están causando un gravísimo daño a la ganadería y a la economía españolas y a la imagen de España en el exterior.

Manifiesta Garzón al diario inglés que “España desde sus macrogranjas que contaminan el suelo y el agua, exporta carnes de mala calidad, procedentes de animales maltratados”. Estas afirmaciones son totalmente falsas ya que las carnes procedentes de ganadería extensiva o intensiva han de pasar los correspondientes controles técnicos y sanitarios tal y como establece la normativa europea y española. Con estas mendaces manifestaciones, pone en cuestión los sistemas de control existentes en España y a un conjunto de profesionales que llevan a cabo estos trabajos con seriedad y rigor.

Llama la atención el hecho de que, si da como ciertas sus afirmaciones, no haya presentado la correspondiente denuncia ante los juzgados, la Fiscalía o ante los ministerios o consejerías autonómicas competentes. E incluso ante algún organismo como la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición que depende de su ministerio.

Organizaciones de productores cárnicos, colegios profesionales de facultativos que actúan en el sector de la carne, e incluso productores individuales – vean en las redes sociales las declaraciones de la ganadera de Don Benito, María del Camino Limia, que no tienen desperdicio – ya han elevado su enérgica protesta ante estas lamentables declaraciones del ministro de Consumo.

Que, por supuesto, las hace en condición de tal, porque al ciudadano Alberto Garzón no le habría entrevistado el diario inglés en su vida. Y además contradiciendo a otros ministros del gobierno que trataban de quitar hierro a las declaraciones de su colega diciendo que las hacía a título personal, el propio Garzón ha asegurado que las ha hecho en razón de su cargo.

Este hombre muestra un absoluto desconocimiento del sector ganadero español, que, por otra parte, depende del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y no del suyo. Así que antes de llevar a cabo tan poco sensatas declaraciones, debería haber advertido al ministro competente en la ganadería de su contenido. Planas que es el ministro concernido ha permanecido silente reaccionando con retraso, aunque ha defendido a los ganaderos y aclarado las cosas. Desde la UE el Comisario de Agricultura también defiende la calidad de la carne española.

Respecto de la ganadería extensiva, a la que sí parece defender Garzón, supongo que sabe que la producción se desarrolla en ecosistemas tipo dehesa o en pastizales, de superficie limitada, mediante un manejo sostenible de los animales y respetuoso con el medio ambiente. Se obtienen carnes de alta calidad procedentes de una alimentación en su mayor parte de origen natural. Aunque las producciones unitarias que se obtienen suelen ser más reducidas y en consecuencia los precios más altos.

En cuanto a los sistemas intensivos, estos han de cumplir con la normativa técnica, sanitaria y medioambiental existente en cada momento. La ganadería intensiva proporciona la denominada carne de abasto y su producción masiva permite obtener unos precios asequibles para el consumidor. Esto facilita que la mayor parte de la población, el proletariado ya que el ministro es comunista, pueda acceder a la compra de productos cárnicos de calidad a precios asumibles, pues de otra manera no podría permitirse el lujo de consumir carne. Este matiz que es determinante, los detractores de la ganadería intensiva no parecen entenderlo. Debe ser porque ellos tienen alto poder adquisitivo y no les afecta.

Los controles técnicos y sanitarios de estos sistemas intensivos y de las macrogranjas, tan denostadas por el ministro junto a animalistas, ecologistas y organizaciones manipuladas por estos, aseguran la producción de carnes de calidad para las clases populares y el cumplimiento de las normas de bienestar animal.

A la vista del escándalo, la izquierda progre de alta alcurnia y casoplón asegura que las manifestaciones de Garzón son un bulo promovido por la extrema derecha, lo cual es una sinvergonzonería propia de políticos poco honestos.

El sectarismo ecologista de Garzón, le lleva a agredir a una serie de productos agroalimentarios de los que España es un exportador muy importante. Estas declaraciones no son las primeras que hace denigrando productos españoles. Ya criticó el consumo de carnes rojas, aseguró que el azúcar mata y en el NutriScore trata de incluir al jamón y al aceite de oliva como productos nocivos para la alimentación, cuando forman parte de la dieta mediterránea que es probablemente la más saludable.

Lo más triste de todo es que este individuo continúe en el ministerio y quien tiene que hacerlo, el presidente del gobierno, no le haya solicitado su dimisión inmediata o en su caso procedido a su destitución del cargo que ocupa. Tal vez no pueda.

Aunque las tesis de Garzón sobre las macrogranjas puede que no estén tan alejadas del tufillo ecologista del sanchismo sobre este aspecto de la ganadería intensiva o sobre otros que afectan a la agricultura tales como los planes hidrológicos o la PAC cada vez más ambientalistas. El tiempo lo dirá.


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