Juan Preciado, 22 de marzo de 2025.- El Centro de Menores Marcelo Nessi en Badajoz ha sido el epicentro de un intenso debate sobre seguridad, apoyo psicosocial y la humanidad detrás del trabajo en el sistema de protección de menores.
La Consejería de Salud y Servicios Sociales de la Junta de Extremadura ha tomado recientemente medidas para proteger tanto a trabajadores como a internos, incluidas la dotación de chalecos anti trauma para los vigilantes, un servicio de apoyo psicosocial y el refuerzo de los servicios mínimos durante la huelga. Pero estas acciones llegan en un contexto marcado por el luto y la protesta social.
El asesinato de la educadora Belén Cortés, en un piso tutelado de Badajoz, ha sacudido profundamente a la comunidad. Su figura ha sido recordada como la de «una profesional comprometida», cuya pérdida ha generado una ola de indignación expresada en una manifestación organizada por colegios profesionales y sindicatos. En este acto multitudinario, prevaleció el respeto y la solidaridad hacia quienes dedican su vida al cuidado de los más vulnerables, enfrentándose a realidades cargadas de complejidad y riesgo.
Las medidas anunciadas por la Junta, como la creación de una Unidad de Intervención Individualizada y la formación específica en prevención de conductas violentas, reflejan un intento por adaptar el sistema a los desafíos que enfrenta. Sin embargo, más allá de las cifras y los comunicados, emerge la dimensión humana de un sistema donde educadores, trabajadores sociales y profesionales de la salud desempeñan un papel crucial, a menudo en condiciones que ponen a prueba su resiliencia.
La pérdida de Belén Cortés subraya la urgencia de repensar y fortalecer el sistema de protección de menores. Al mismo tiempo, su legado inspira una llamada colectiva a valorar la vocación de quienes trabajan en este ámbito, protegiendo no solo a los niños y adolescentes, sino también a los profesionales que les cuidan.