EN EL DÍA MUNDIAL DEL AGUA (22 DE MARZO)
Instituido por la ONU en el año 1992, desde 1993 el día 22 de marzo de cada año se viene dedicando al agua en todo el mundo, bajo el auspicio de aquella organización. Esta vez el lema es “Cambio climático y agua”.
Dentro de este contexto de cambio en el clima me propongo analizar la relación entre los regadíos y el agua. No podemos olvidar que nuestros regadíos son el uso económico que más agua utiliza. Alrededor del 70 % del total del agua usada en España se destina al riego.
Las plantas cultivadas exigen una cantidad de agua indispensable para poder desarrollar sus estructuras vegetativas y dar sus frutos. Y esta agua puede aportarse en dos formas: lluvia o riego. En una gran parte de España dadas sus características climáticas mediterráneas, muy distintas por cierto de las del centro y norte de la UE, para poder producir alimentos en la época seca que discurre aproximadamente entre mayo y octubre se necesita del riego. En esa época sin riego no hay producción agraria o esta se reduce sensiblemente.
Respecto a los regadíos, de acuerdo con los estudios de un gran número de organismos y expertos, el cambio climático irá dando lugar, de forma paulatina, a tres resultantes principales: una disminución de lluvias y en consecuencia una reducción en las aportaciones de agua y por tanto una menor disponibilidad de recursos hídricos; un aumento de los consumos de agua de los cultivos como consecuencia del incremento de la temperatura y de las variaciones de otros parámetros climáticos, lo que acrece la evapotranspiración y por último un aumento en la frecuencia de fenómenos extremos: precipitaciones torrenciales (inundaciones) y sequías.
Este nuevo escenario, que trae consigo la escasez de agua y unas mayores necesidades de este elemento para producir alimentos, lleva a los regadíos españoles, y a los de todo el mundo, a tener que mejorar la eficiencia en el uso del agua, a la introducción de cultivos que consuman menos recursos hídricos, e incluso a recurrir a riegos en déficit aunque se produzca una ligera disminución de las cosechas.
La FAO en su publicación del año 2003 – World Agriculture. Towards 2015 – 2030, ya anticipaba que en relación al año 1998 y para poder asegurar la alimentación de la población mundial en el año 2030 (alrededor de 8.600 millones de personas), el regadío tendría que incrementar sus producciones en un 80 % , pero sólo podría disponer de un 23 % más de tierras y de un 14 % más de recursos hídricos. En consecuencia hacía un llamamiento a mejorar sensiblemente la eficiencia de utilización del agua en las zonas regables de todo el mundo.
El mensaje de la FAO, ya había sido detectado con anterioridad por las administraciones españolas y por las comunidades de regantes. Desde 1998 se habían puesto en marcha una serie de programas destinados a mejorar la eficiencia del riego en los regadíos españoles.
Se diseñaron líneas muy importantes de modernización de regadíos llevadas a cabo por las administraciones autonómicas que publicaron diversos decretos de ayudas a las comunidades de regantes para llevar a cabo obras de modernización que mejoraran la eficiencia del uso del agua en el riego y por la administración general del Estado a través de las empresas estatales SEIASAs, las cuáles mediante la firma de convenios con las comunidades de regantes han llevado a cabo y lo siguen haciendo importantes obras de modernización en nuestros regadíos.
Por otro lado y para conocer mejor las necesidades de riego y establecerlas en tiempo real se implantó el programa SIAR (Sistema de Información Agroclimática para el Regadío) por parte del Ministerio de Agricultura y las Comunidades Autónomas. Consiste en una red de 468 estaciones agroclimáticas ubicadas en el interior de las zonas regables estatales, que proporcionan a los regantes los parámetros necesarios para determinar las necesidades de riego con la mayor exactitud, de modo que se suministre a los cultivos el agua que realmente necesitan.
Alguna administración autonómica como la Junta de Extremadura que fue pionera en esta cuestión, implementó además una Red de Control de la Calidad del Agua de Riego en Extremadura (RECAREX) para controlar posibles riesgos de salinización o alcalinización y la contaminación difusa por nitratos.
Los resultados de todas estas actuaciones han sido espectaculares. A nivel nacional el consumo medio en el período (2014-2016) ha disminuido en 1.107,2 m3/ha sobre el que se había producido en el período (2002 – 2004). En Extremadura los consumos han pasado de 6.910 m3/ha (media 2002 – 2004) a 5.707,2 m3/ha (media 2014 – 2016) lo que ha supuesto un ahorro de agua de 1.202,8 m3/ha
La introducción del riego localizado (goteo) ha sido fundamental para lograr los objetivos de ahorro. En el año 2018 se regaban mediante riego localizado en España una superficie de 1.917.980 ha que suponían el 51,78 % de la superficie total de riego. En Extremadura este porcentaje ha llegado al 53,44 % regándose por este método 150.101 ha.
Como puede verse el regadío ha hecho y sigue haciendo sus deberes en la mejora de la eficiencia en el uso del agua, adaptándose a las posibles consecuencias del cambio climático. Los regantes han tomado conciencia de la necesidad de conseguir unos regadíos sostenibles y han hecho un esfuerzo de inversión que debe destacarse, ante algunas opiniones malintencionadas que califican a los regantes como despilfarradores de agua. Los números anteriores demuestran que no es así.