Columna de opinión. Digital Extremadura – 29 de abril de 2025
«Sin energía no hay país, y sin justicia no hay futuro.»
A veces hace falta que se apague todo para ver con claridad. El apagón eléctrico que paralizó España este lunes no ha sido solo un fallo técnico: ha sido un espejo brutal de nuestra vulnerabilidad como país ultra conectado y mal preparado. En un mundo digital que presume de inmediatez, bastaron unas horas sin electricidad para volver a sentirnos indefensos, aislados, casi primitivos.
Porque no hablamos solo de falta de luz. Se apagaron los semáforos, se detuvieron los trenes, colapsaron los sistemas de transporte, y con ellos, las rutinas, los trabajos, la vida. Y entonces nos dimos cuenta: dependemos de una red invisible que puede fallar en cualquier momento. No somos tan fuertes como pensábamos.
El Ministerio de Trabajo ha actuado con sensatez al recordar que hay derechos laborales ante estas situaciones. Pero, ¿y si el problema hubiese durado más? ¿Y si no hubiéramos recuperado el 99% del suministro en 24 horas? ¿Qué plan de contingencia tenemos como país ante una caída masiva de nuestros sistemas básicos?
Este apagón debería encender algo más que los generadores de emergencia: debería activar una reflexión profunda sobre nuestra soberanía energética, la resiliencia digital y la desigualdad territorial. Porque lo que ha fallado no es solo la luz. Es la previsión, la inversión, la equidad y, en cierto modo, la confianza.
No se trata de sembrar alarma, sino de reclamar inteligencia. Un país moderno no puede depender de la suerte o de una red endeble para funcionar. Ojalá este apagón nos encienda una nueva forma de mirar al futuro.
Así las cosas, mientras el apagón eléctrico desnudaba las vergüenzas del sistema ferroviario español, Extremadura volvía a quedar fuera del mapa de prioridades.
En nuestra región, donde llevamos años reclamando infraestructuras dignas, la situación fue más que preocupante. La línea Madrid-Badajoz, eternamente castigada, volvió a ser de las primeras en caer y de las últimas en recuperarse. A nadie debería sorprender. La periferia, como siempre, paga el precio más alto de los apagones… y de las negligencias.
Renfe ha reanudado servicios en corredores clave como Madrid-Barcelona o Madrid-Valencia. ¿Y nosotros? Suspendidos «hasta nuevo aviso», como si el retraso formara parte de nuestra identidad regional. No es nuevo. Pero duele igual.
No estamos pidiendo milagros, solo justicia. Un tren digno no es un lujo, es un derecho. Y lo que está pasando no es un fallo puntual: es el reflejo de un Estado que aún nos ve como una nota al pie.
Ya va siendo hora de que Extremadura deje de ser el vagón de cola. Porque sin tren no hay futuro. Solo resignación, y eso no cabe ya en nuestros raíles.