El TSJ de Extremadura ratifica el auto que acuerda la demolición parcial del complejo Marina Isla de Valdecañas

El Constitucional rechaza el recurso de la Junta ante la demolición de la ‘Isla de Valdecañas’

Golpe definitivo al macrocomplejo: no hay marcha atrás para la demolición

Cáceres, 23 de septiembre de 2025.- El Tribunal Constitucional (TC) ha rechazado por unanimidad el recurso de la Junta de Extremadura contra la sentencia del Supremo que ordena la demolición íntegra del complejo urbanístico de la Isla de Valdecañas, en Cáceres.

El fallo deja sin escapatoria a la administración regional, a los ayuntamientos implicados y a la comunidad de propietarios, que llevaban más de una década agarrados a un clavo ardiendo.

Una década de litigios y promesas rotas

El proyecto, de 134,5 hectáreas entre El Gordo y Berrocalejo, fue presentado en su día como motor de desarrollo rural y turismo de lujo. Campo de golf, hotel de cuatro estrellas, chalés de revista y un paisaje sostenible a golpe de hormigón. En 2011, el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura ya advirtió que aquello era ilegal y ordenó devolver los terrenos a su estado original. La Junta y los promotores se resistieron, confiados en que la política y la justicia se pondrían de su parte.

No fue así. Tras idas y venidas, el Supremo confirmó la demolición total en 2022, tras la presión constante de Ecologistas en Acción. La Junta intentó el último cartucho en el Constitucional, que primero paralizó cautelarmente el derribo y ahora cierra la puerta con un portazo unánime.

El argumento del dinero frente a la ley

Durante años, la defensa institucional del proyecto se basó en que el coste económico de derruirlo sería inasumible, los puestos de trabajo desaparecerían y los pueblos de la zona caerían en la ruina. Lo cierto es que los empleos prometidos nunca llegaron en la magnitud vendida y que el modelo de turismo de élite no transformó la comarca.

LUPA DEx

La Isla de Valdecañas ha sido un espejo incómodo para Extremadura. La demolición de Valdecañas no es solo la caída de un complejo urbanístico: es la constatación de que Extremadura lleva años alimentando falsas promesas de desarrollo. Y de que la naturaleza, tarde o temprano, pasa la cuenta.