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El licenciado Simón, que no es doctor ni ha hecho el MIR, no tiene perdón. El asunto es breve y no da para más. Cualquier persona que se precie de tener vergüenza hace mucho que habría dejado de tener responsabilidad alguna, por decencia y por sentido del honor.

El licenciado Simón nos dijo, y le creímos,  que la epidemia dejaría dos o tres muertos en España a lo sumo y que por no necesitar no necesitaríamos ni ponernos una mascarilla; sobran más palabras.

Y sobró siempre su grosera falta de educación al comparecer ante los españoles sin afeitar, casi sin lavar, descamisado y descorbatado en un ejercicio de hipocresía sin límites dado que el respeto que nos ha tenido y no nos tiene, sí lo mantiene para sus asuntos privados, donde se arregla y acicala cumplidamente.

En Japón, que pena, si fuese poseedor de alguna idea de lo que significa la palabra «honor» estaría encerrado en su casa a perpetuidad por voluntad propia, consciente de haber faltado a la verdad y haber puesto en grave peligro la salud de sus compatriotas; pero para eso como ocurre en Japón, hay que tener un alto concepto del propio honor y del valor de la palabra empeñada, al que que con el licenciado Simón, ni está ni se espera.

Aplicando una moral protestante, tan efectiva para ocasiones como esta o como el plagio de una tesis doctoral, el licenciado Simón tendría que haberse ido al cuarto muerto o a la primera mascarilla; no lo hizo y él se justifica a sí mismo en su falta de dignidad con los argumentos más inverosímiles; nada valen. A los efectos sociales y de referencia científica está muerto y no lo sabe, la única pena es que le seguimos pagando cuando no sirve para nada, una cosa más de las que hay que arreglar en España.

Foto: laultimahora.es


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