miedo
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Tropiezo con una entrevista realizada a Byung-Chul Han, filósofo coreano que le dio nombre a la llamada “sociedad de cansancio”. En su haber hay muchos y variados títulos sobre los afanes y decadencias del mundo de hoy. Byung-Chul Han está a punto de publicar un nuevo libro “El espíritu de la esperanza”. Dice creer en ella y en su poder para lograr que las personas puedan sobrevivir. Y que exista un futuro frente a tantas  incertidumbres como nos asustan.

Supongo que no le falta razón. A diario escuchas la radio, lees los periódicos y el pesimismo mas atroz se adueña de ti. Todo es catástrofe, sin soluciones claras. El determinismo de unos hechos u otros es claro e inevitable y el deambular comunitario de los humanos aparece convertido en una carrera de obstáculos, en una continua y arriesgada resolución de problemas desde los más directos y personales, conforme a las necesidades propias de una edad o etapa, hasta los más graves de todo el colectivo al que pertenecemos por razón de raza, cultura o posición geográfica.

Te levantas, escuchas la actualidad y aparece (aunque solo sea subliminalmente) el miedo. La angustia (más o menos perfilada) por un riesgo o daño real o imaginario. Un miedo omnipotente sobre el que el filósofo añade: “El miedo recorre nuestro tiempo como un fantasma (…) se ha adueñado tanto del debate público como de la conversación que mantenemos con nosotros mismos…”. Uffff.

Así es. Y solo el muy simple o atareado aparenta no verlo. La pandemia nos dio un hachazo donde más nos dolía, con la pérdida real de vidas humanas y de nuestra sagrada socialización. Las guerras, cada vez más cerca por los compromisos de España en los organismos internacionales, amenazan con incrementarse o no detenerse y los Estados se rearman y anuncian nuevos gastos en defensa para prevenir; las catástrofes ecológicas nos enfrentan a situaciones hasta la fechas desconocidas como pueden ser una por una las consecuencias del cambio climático. Allá por donde mires, si no te ciega un provincialismo inútil pleno de miopía y desinterés, observas las dificultades de unos frente a la prevalencia de otros y lo poco que ha aprendido la Humanidad de tantas situaciones desgraciadas acaecidas en momentos pasados.

Si se fija uno atentamente descubre al miedo en lo que asoma de tantas conductas insolidarias o  prepotentes. Subyace muy vivo debajo de los complejos de inferioridad de los déspotas (ilustrados o no) que nos vigilan, disfrazados de autoritarismo a la carta en sus juicios y apreciaciones, aún en los asuntos más livianos. Es el temor al otro, en sentido superlativo, al que no se quiere por ser de derechas, por ser de izquierdas, por ser nacido allí o allá…cualquier sabe, en una batería de pretextos ni siquiera bien argumentados. Ese otro al que se intenta avasallar o hacer huir. De un territorio, de un puesto, de un oficio…ay!.

Lo dijo Epicteto (50-135 a.d. C.): “la mayor parte de nuestros miedos son anticipaciones irracionales de lo que podría suceder”. Ya lo creo. Lastima que los auspicios sean cada vez más claros y evidenciables. Y es cierto, al temor solo puede vencerlo la esperanza. De que la Humanidad en su conjunto acabe hallando el hueco por el que, como las flores entre las rocas, pueda brotar la primavera.


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