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La crisis sanitaria que estamos padeciendo debe suponer el fin de la vieja política porque para el tiempo que viene después hacen falta otras formas de servicio público. Por delante una reflexión terrible: en un momento de ajuste y dificultades sin precedentes en España desde la última guerra que padeció sobre su territorio, muchísimos españoles están atenazados por el paro, temporal o definitivo, y por la falta de recursos económicos; y los que no lo están lo es porque lo les ha llegado el turno todavía o están en servicios esenciales. Pero hay unos españoles sin actividad estos días que ni por asomo se han planteado siquiera un gesto: los políticos. Vemos como en el Congreso de los Diputados se reúnen apenas 40 diputados, el Senado del Reino, los parlamentos autonómicos, los Ministros sin competencias y toda una patulea de cargos de confianza siguen cobrando y van a cobrar en una ecuación imposible que desatará tempestades, pues se pretende que paguemos impuestos sin tener ingresos, para que cobren estos señores sin trabajar. Triste destino el de un país en los que se va a la política para vivir a falta de mejor ocupación y sin la menor experiencia profesional o laboral. El Servicio Público es otra cosa.

Insistimos: Hemos visto hasta equipos de fútbol que se bajan el sueldo, empresas, colectivos destrozados por el cierre de la actividad, pero los políticos todos callados, desde el primero al último sin gesto alguno, ellos han cobrado todos, el resto de los españoles no.

Esta cuestión moverá montañas cuando pase la crisis pero siendo importante más lo es la necesidad de abordar un gobierno constitucionalista, un verdadero gobierno constitucionalista en los que las ideas de libertad, democracia y colaboración estén por encima de las ideologías y los prejuicios partidistas.

Se puede considerar en primer lugar la cuestión del ámbito territorial, la Constitución lo es del Reino de España y como tal tiene sentido en tanto y en cuanto lo mantiene como un todo; serán constitucionalistas aquellas fuerzas políticas que no cuestionen este principio, aunque lo lleven desde el centralismo más radical al mismo Estado Federal, pero siempre en el conjunto: España. No lo serán las que pretenden la independencia y disgregación de sus partes en otras partes independientes de la matriz; siendo contrarios a la idea de unidad, que ya es diversa en un Estado fuertemente descentralizado; quede claro ser INDEPENDENTISTA es estar al margen de la Constitución. Raya Roja.

De igual forma en su sentido político la Constitución establece que somos una democracia, una democracia social y de derecho, en definitiva una democracia occidental donde priman las libertades colectivas e individuales de pensamiento y opinión; serán constitucionalistas quienes no pongan en duda este principio y no lo serán quienes pretendan imponer otro. El fascismo, el nacionalsocialismo y el falangismo por un lado; y el marxismo, el leninismo y el comunismo por otro, totalitarios todos, pretenden acabar con todos estos valores para imponer una dictadura, siempre dictaduras sin mayor calificativo donde se persigue a las personas por su ideología y se prohíbe la libertad de pensamiento, de cátedra y de prensa. En España ningún partido se define ideológicamente como fascista o nacionalsocialista y un grupo irrelevante se sigue definiendo como falangista (641 votos en toda España en abril de 2019) pero en España sí hay unos partidos y una coalición de partidos que sí se definen ideológicamente como marxistas leninistas y comunistas.  Quede claro ser TOTALITARIOS es estar al margen de la Constitución. Raya Roja.

Finalmente, tenemos quien hace doblete; es INDEPENDENTISTA Y TOTALITARIO, y además EXCLUYENTE, SEGREGADOR Y RACISTA; un compendio de objetivos que son vomitivos y tras conocidos deberían producir una abstención total en el contacto político, si bien y desgraciadamente ha ocurrid con las derechas y ocurre con las izquierdas, lo contrario.

Las etiquetas interesadas son una cosa, la realidad ideológica otra;  cuando las izquierdas y las derechas constitucionalistas comprendan que les une mucho más en la libertad, la democracia y la colaboración que la presunta afinidad ideológica que pueda haber con partidos totalitarios, ya fuera de la Constitución,  habremos ganado mucho y esta situación puede ayudar a ello.

Se trata de encontrar la mayor afinidad en la Constitución entre un socialista y un popular, que las que les puedan ser apetecibles fuera de la misma; se trata de abandonar el prejuicio ideológico que sólo persiste en las castas próximas a las estructuras de los partidos que quieren la exclusión del contrario para acaparar el poder, deformación que se produce cuando el poder es el sustento vital y por ello se anatema al adversario e incluso se hace oposición a la oposición desde el Gobierno y viceversa. Hace años que millones de españoles votan desde la izquierda a la derecha constitucional pasando por el centro, las mismas personas unas veces a unos y otras veces a otros ¿Por qué esos políticos no pueden entenderse en un ejercicio de generosidad y de inteligencia?. La transición política no terminó con la llegada al poder del PSOE en 1982, ni con la vuelta al poder del PSOE en 2014; la transición política terminará cuando tengamos un gobierno de coalición constitucionalista al modo de lo que ocurre en el resto de Europa donde socialistas y conservadores son capaces de hacerlo sin mayor problema, pactan reformas básicas que enmiendan desviaciones estructurales, y vuelven a las urnas sin perder sus perfiles ideológicos ¿Aquí no somos capaces? A ver si el dictador tenía razón y resulta que los españoles somos diferentes.

Por todo ello, antes que las diferencias ideológicas entre los constitucionalistas, debería primar esa condición en sus pactos y acuerdos: ser o no ser afecto a las ideas fundamentales que plasma la Constitución que se resumen en dos palabras: España y Democracia, Democracia y España, y tras ello acometer conjuntamente una serie de reformas fundamentales que posibiliten la defensa de esos pilares determinantes de nuestra convivencia. No es nada que no esté legislado en otros países; en Portugal y Francia son ilegales los partidos que atenten contra la unidad territorial de la Nación; en Alemania son ilegales los partidos de ideología nacionalsocialista y en Polonia los de ideología comunista. En casi todos los países de la Unión Europea existe “porcentaje de corte” para llegar al parlamento nacional, entre el 3% y el 5%; ¿Qué maldito complejo tenemos en España para no hacer estas cosas? Si no hemos aprendido en 42 años de democracia que un socialista y un conservador están llamados a entenderse antes que con un comunista a su izquierda o con un fascista a su derecha, es que no hemos aprendido nada.

Esperamos que la crisis sanitaria, crisol y reflexión de errores e incompetencias a resolver, resuelva ésta que es la fundamental. Las guerras, y esto es una guerra, suelen dar la posibilidad, una vez terminadas, de reflexiones y encuentros que no lo fueron posible antes, además de una vertiginosa recuperación económica y social. Esperamos ambas cosas con verdadero interés y  esperanza.


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