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Ensayo-error-ensayo-error

Me di un golpe con un pequeño baúl que tengo en el pasillo, todo por andar deprisa y a
oscuras, cosas del despiste después de estar dos meses sin pasar por allí, y se me formó
en la pierna izquierda un moratón de esos de categoría, prueba evidente de mi torpeza.
Recordé a mi padre y su frase para casos como estos: “Y, entonces ¿para que está el
cuidado?”

Noto a los dirigentes un tanto exhaustos. A todos. Y a los periodistas. Siempre hablando
de lo mismo, que conecto y desconecto la radio porque a veces no puedo más, una y otra
vez, vueltas y vueltas sobre los mismos asuntos. Es esta m… pandemia que nos
acobarda, nos pone de mal humor y cabizbajos. Que ya no sabe una qué pensar, con
tantas idas y venidas en las informaciones. Si te mantienes a la última, vives en un
continuo sobresalto con las noticias de aumento del número de casos y las muertes de
tantas personas conocidas. Pero si eludes parte de lo que se dice o escribe, para no vivir
en un sin vivir, se te mete entre pecho y espalda el complejo de culpa, por si estás siendo
intrascendente, o insolidaria con otros; por no poder ayudar. Y te inunda una tremenda
incertidumbre que no solo cubre el presente, sino que amenaza el futuro.

Porque, junto a otras, es ésta una de las preocupaciones primeras de los ciudadanos: la
contemplación diaria de las incertidumbres de tantos. De los políticos, sin duda, pues
intuyen que, de hacerlo de una forma u otra, puede depender su reelección, pero también
de los citados como expertos. Cualquiera que tiene cierta formación científica, por
pequeña que sea, sabe que el método experimental por excelencia en cualquier tema es
el de ensayo-error-ensayo…Y vuelta a empezar, a lo largo del tiempo. Y aquí apenas se
ha dispuesto de éste. Con el virus haciendo estragos por doquier. Que llevamos, así, un
año casi. Y sigue.

Eso por no hablar de las inoperancias, demasiado caldo para algunos gaznates.
Demasiados problemas para ciertas capacidades, demasiado pasotismo de algunos
grupos de la sociedad civil, tan inerciales que cuando ha sido necesario poner su fuerza
sobre el tapete, ante derechos básicos, se han movido renqueantes, tardíos y con mala
letra. Siempre sucede lo mismo, solo se aprende claramente desde la propia práctica. Y
para una pandemia nadie nos había adiestrado. Por eso, en el acontecer diario, son
buenas las referencias y hacer análisis comparativos. Entre personas y entidades. Y
percibir que algunas no resisten el examen. Dan tal impresión de caducas, que asustan.
Deberíamos no olvidarlo y tomar precauciones.

Porque, además, la separación que se ha hecho de las personas en grupos de riesgo, por
edad o situación física, ha dado paso a nuevas fronteras entre los mortales, intangibles
pero ciertas. Y aunque lógicas, un pelín dolorosas. Cada uno de nosotros habíamos
creído que marcábamos, de algún modo, nuestras propias circunstancias y
características, pues no solemos vernos conforme a nuestra edad física o lo flexible de los
músculos y la piel, sino según la jovialidad de que dispongamos en el pensamiento y en el
espíritu. Sentirnos clasificados para todo, con la mirada necesaria de los otros, ha sido
también una experiencia vital de primera clase.